miércoles, 28 de febrero de 2007

Bibliofreaks (IV) : Por triplicado, por favor

El bibliotecario está, como cada tarde, detrás del mostrador. La jornada apenas ha empezado, pero la sala tiene ya un montón de gente que pasea cerca de las estanterías. Sabe que dentro de nada va a tener cola: su puesto controla el acceso a Internet.

Como muchos días, a media tarde los ordenadores ya están llenos casi para lo que resta de tiempo hasta cerrar. En ese momento, un/a joven se acerca al mostrador.

- Hola, ¿me das una hora de Internet, por favor?
- Vaya, lo siento, sólo me queda un ordenador para media hora. ¿Lo quieres?
- ¿No tienes de una hora?
- No, lo siento, pero me queda libre media hora en uno.

(Pausa de 3 segundos; la usuaria o el usuario se quedan mirando al bibliotecario con cara de Pentium dividiendo por 0)


3


2


1



- ¿Y de una hora no tienes?
- (¿Qué parte de "No" no ha entendido?) No... no quedan.

(Pausa de 5 segundos)


5



4



3



2



1



- Entonces, de una hora, me has dicho que no, ¿no?
- (¡¡¡AAAAARRGH!!!) ¡No! Digo, ¡sí! Digo... bueno, eso, que no quedan.



Juro que esto me estuvo sucediendo cada tarde un verano de no hace tanto…

sábado, 24 de febrero de 2007

Bibliofreaks (III) : El borracho ocasional

Tenía que ser un sábado por la tarde... Ocasionalmente, o no tanto, nos entra algún borracho. Y me refiero a alguien completamente bebido, no con alguna que otra copilla extra (de esos hay más, como en muchos sitios). En algunas bibliotecas, hay usuarios que suelen ir beodos por costumbre. Si son de los habituales, lo normal es que sean de los que eligen un sofá o un sillón, se ponen una peli y ya tienen la tarde echada. No molestan, salvo que ronquen, y el problema puede venir cuando hay que despertarlos: cuesta horrores.
El verdadero peligro es el que entra empapado en alcohol, con ganas de liarla. Noten una cosa: he mencionado que es sábado por la tarde; empapado en alcohol a las cinco PM tiene su qué. E insisto: no me refiero al carajillo o al trifásico de sobremesa. De estos, se acaba de ir uno. Hacía tiempo que no me encontraba con los de esta categoría. Alguien cuyo aliento puede usarse como combustible de motor (si no lo desintegrara antes), tremendamente agresivo, y que le ha dado por meterse con las bibliotecarias (a los chicos trataba de ignorarnos, aunque más de un insulto nos ha caído).
En ese sentido, el problema nunca somos nosotros. Nos pueden insultar lo que quieran: personalmente, con coger el teléfono y llamar a la policía ya me vuelve la sonrisa a los labios. El problemón son los otros usuarios. Como este tipo de personal se mete con todo el mundo, tarde o temprano uno o más de uno se acaba rebotando. Y eso es lo que ha estado a punto de suceder. Si una de las bibliotecarias no lo aparta, otro usuario le parte la cara. Y todo porque oía como nos insultaba a nosotros. ¿Recuerdan, eso sí, las escenas de telediario donde la policía tiene que proteger a un delicuente para que no lo linchen? Pues ha sido algo equivalente, porque el que le iba a dar pesaba, al menos, el doble y le sacaba palmo y medio.
Y hablando de la policía: la hemos llamado enseguida, claro. Lo malo es que han tardado mucho en venir. Cuando el tipo ha visto que no nos íbamos a rebotar, se ha cansado y se ha ido. Casi mejor así: me imagino la escena dentro de la biblioteca y teniendo en cuenta lo que ya gritaba, mejor que se haya marchado sin que, al final, haya pasado nada.

jueves, 22 de febrero de 2007

Bibliofreaks (II) : Los Garfield



Siguiendo con nuestro listado de bibliofreaks, hoy abordamos los que yo llamo “los Garfield". El motivo no es que todos tengan bigotes, ni que su pelo sea naranja, ni siquiera que su plato favorito sea la lasaña, no. El motivo lo pueden ver en la imagen que acompaña a esta entrada. hace bastante tiempo se pusieron de moda los muñecos de Garfield con ventosas, que se pegaban a la ventanilla del coche, por dentro. Recuerdo que a principios de los 90, por ejemplo, uno no podía ir por la calle sin ver varios coches con el dichoso muñequito. En fin, que hay una tipología de usuarios que se le parecen.
En la mayoría de las bibliotecas públicas, las puertas son de cristal. Los que curramos dentro entramos bastante antes de lo que marca el horario de apertura, porque hay mucho trabajo interno. La cuestión es que, desde dentro, se va viendo la acumulación de usuarios que se produce fuera. Normal, ¿no? Pues no, no tanto...
Nuestros bibliofreaks de hoy son los que creen que cuanto más se peguen al cristal de la puerta, antes abriremos. Lo que ya comprenderán que genera situaciones curiosas, y en ocasiones un tanto patéticas. De hecho, algunos se pegan tanto al cristal, que la imagen es justo esa, la de Garfield con ventosas. Y no, no exagero. En una biblioteca de Barcelona había días que no podían abrir por un determinado usuario: un señor mayor se colocaba tan pegado a la puerta, que... ¡bloqueaba el sensor de apertura! Este caballero en concreto esgrimía como motivo de su ansiedad por entrar el que, si no, algún otro usuario podía leer antes que él “su periódico”. Respecto a las habituales peleas entre usuarios por la prensa diaria podemos hablar otro día, que da para otra entrada... y seguramente para más de una.
Un detalle inquietante son las miradas. Los Garfield miran fijamente al interior de la biblioteca, como reforzando esa actitud de “Eh, que estoy aquí, ¡abrid ya!” (no, no importa que falte media hora). Algunas de esas miradas parecen verdaderas amenazas (algunas, además, lo son, pero ese también es motivo de otra entrada).
Lo más curioso de estos usuarios es que, precisamente, son los más habituales. O sea, que a veces uno piensa que realmente deben creer en esa tesis de “Voy antes .. abren antes”, o se deben aburrir mucho en casa, porque les aseguro que algunos están ahí... ¡con 1 hora de antelación! Y eso, en una mañana de invierno, es pasar bastante frío sólo por leer el periódico. Porque algunos vienen por Internet, para que no les quiten el sitio, pero teniendo en cuenta que ese servicio se puede reservar con una semana de antelación, esa se la podrían ahorrar.
¡Otro día seguimos!

sábado, 17 de febrero de 2007

Bibliofreaks (I)

Toda biblioteca que se precie tiene sus “freaks”. Y las públicas, las que más, aunque sólo sea por la manera de funcionar. No está reservado el derecho de admisión, los servicios son gratuitos, se está calentito en invierno y fresquito en verano, hay sofás mulliditos, prensa del día, Internet... Para algunos, el paraíso. Y por eso se quedan todo el día. Y por la noche no porque (de momento), cerramos, que si no...
Por eso, al atraer a la gente, viene de todo, y dentro de ese todo, están los “freaks”. Los reconoceréis fácilmente: son usuarios habituales (MUY habituales), la biblioteca es su segunda casa cuando no la primera, y suelen destacar por algo. Me explico: el usuario medio no se nota: entra, hace uso de lo que necesita, pregunta lo que haga falta, y se va. Somos una herramienta más y, como tal, nos cuida (o no nos maltrata). El usuario freak, en cambio, puede llegar a cometer abusos (y es el que más grita cuando se le recrimina), usa mal el material, acapara o estropea.
Aunque esto parece (y lo es, qué narices) una crítica, no estaría en este blog si, a su vez, este tipo de gente no llevara habitualmente a situaciones graciosas. Las hay también muy dramáticas, y hasta peligrosas, pero prefiero empezar por las que crean una sonrisa o un torrente de carcajadas.
Los freaks, decíamos, suelen ser usuarios habituales, pero los que más destacan son los puntuales. Como el de esta semana. A media tarde entró un tipo enorme. Hablaba solo y no nos dijo nada; se fue directo al fondo de la sala.
Una hora más tarde mi compañero fue a guardar un par de cosas y le vio. Tenía toda una mesa para él, con unos 40 libros desplegados encima (fruto de sacar toda una estantería y dejarlos sobre la mesa)... ¡y les estaba hablando a los libros! Abría uno, hablaba con él, lo cerraba, abría otro, le hablaba... Ah, y no dejaba sentar a nadie en su mesa. Al que se acercaba, lo asustaba enseguida. El compañero, junto con otra bibliotecaria, se dirigieron a el:
- Hola, ¿te podemos ayudar en algo?

Sin respuesta.

- Hola. Mira, que si necesitas algo, de verdad, nos lo puedes pedir.
- ¡¡Grrmmjjj... djme npaz maceperdrtiempo!!

Sí, algo así.

Como la cosa no pintaba bien desde el punto de vista de entablar una relación normal, mi compañero decidió distanciarse, pero vigilarle de cerca. Lo malo es que el señor no vino solo... Unos minutos después, mi colega avistó una cucaracha que se alejaba de él y empezaba a pasearse por la sala. Como no era plan de aplastarla allí delante de la gente, tomó un folio, la recogió del suelo y se la llevó fuera. Cinco minutos después, los usuarios preguntaban “Oye, dónde está el eliminador ese, que aquí hay otra”. La segunda cucaracha no se dejó coger tan fácilmente, y requirió 2 folios para su captura, y un buen rato de lidiar con el bicho. Mientras, nuestro querido freak parece ser que decidió que la estantería elegida no le contaba nada interesante y se fue a la calle.
Normalmente la cosa habría acabado ahí, pero como desde donde estábamos se ve la entrada, nos dimos cuenta enseguida de que se dedicaba a perseguir a la gente que estaba en el paseo, delante de la puerta. Salimos los dos a ver si podíamos hacer algo, y lo que sucedía es que le pedía cigarrillos a la gente. Al decirle que dentro no se podía fumar, cogió su bolsa y se largó. Cabreado, pero se largó. De momento no hemos vuelto a verle...

miércoles, 7 de febrero de 2007

Inicios

La verdad es que no sé si lo hago porque lo tiene tanta gente, o vete a saber por qué... la cuestión es que por fin tengo un blog. No sé qué tal funcionará esto, ni si conseguiré publicar regularmente, pero... ¡vamos allá!

Este el el enésimo blog de un bibliotecario. No soy ni mucho menos el primero, y espero no ser el último ni de lejos, pero sí es cierto que los que trabajamos en las bibliotecas públicas, como en cualquier otro servicio equivalente, tenemos ciertas vivencias que, con el tiempo, deseamos compartir. Algunas son humorísticas, otras són patéticas y otras dejarán más que frías/os a quienes leais esto, pero espero que todos pasemos un buen rato.