lunes, 29 de octubre de 2007

Necesidad inmediata


Pues eso... que está claro que necesitan esa dependienta, ¡pero ya!

sábado, 27 de octubre de 2007

Bibliofreaks (VI): Los L.U.T. (Laptop Users Tocabowlings)

O "Ley de Murphy de la conexión Wi-Fi".

Desde hace unos pocos años, en nuestras bibliotecas públicas (en las de la Europa más acorde con el s. XXI, hace bastante más tiempo), hay acceso inalámbrico gratuito a Internet. Usted se trae su portátil y mediante el número de carnet de usuario y el DNI, se conecta a una red con velocidad respetable (que no elevada), por tantas horas como tengamos abierto el local. De hecho, en la mayoría de casos la señal llega fuera del edificio, por lo que no es raro ver gente sentada en los bancos próximos (o en posturas más raras), con su portátil, a todas horas.
Que sea una conexión sencilla no implica que no dé problemas. Hace un par de años era más habitual encontrarse con tarjetas Wireless USB que no aceptaban la conexión (sin motivo lógico aparente), cosa que ha quedado solventada al tener, casi todos los usuarios, portátiles más modernos con la tarjeta integrada. En otros casos es el firewall de Windows, en otros es alguna idiotez del sistema, etc. Pero hay una situación algo temible para el bibliotecario, y es el usuario de este servicio que cumple con la consabida Ley de Murphy. Elevo este tipo de usuario a la categoría de Bibliofreak después de constatar que los hay en todas las bibliotecas, y que en todas sucede lo mismo, con gran profusión del comportamiento borde y chulesco que les caracteriza.
Este bibliofreak es un usuario que entra casi exclusivamente a usar su portátil y la conexión inalámbrica. Al entrar, o bien no dice nada (ni saluda, ya puestos), o bien pregunta dónde está la zona con la máxima potencia de señal. Este tipo de pregunta es habitual entre los que se traen su propio ordenador, y con el 99% de ellos no hay problemas. El calvario comienza cuando el usuario que ha entrado hace poco, se dirige hacia el mostrador con cara de pocos amigos y su portátil abierto en las manos. En este caso, en la totalidad de las ocasiones, el sujeto viene a protestar porque no puede conectarse. Y tiemble, porque no es ninguno de los casos que mencionábamos antes. Gracias a Murphy, el problema de este usuario va a ser poco menos que irresoluble, si es que puede llegar solventarlo. Por algún motivo que debe pertenecer más al campo de los misteriólogos que a los informáticos, el ordenador se resiste a conectarse a la red, pese a reconocerla. Tenemos un breve manual de conexión que describe, paso a paso, lo que debe hacerse para configurar la máquina; ya puede usarlo de papel higiénico, porque le va a ser más útil que con el bibliofreak que tiene delante. Por cierto, hasta ahora no parecen de esa categoría, ¿no? Esperen, que ahora viene la puya: al decirle al usuario que el ordenador no conecta y que uno no sabe de qué manera conseguirlo, sueltan sin pestañear la frase: “¡Pues en todos los otros sitios me puedo conectar!" Es decir: de un plumazo te están llamando inútil y se ciscan en la red de la biblioteca propia, en su configuración y en la madre que la parió. El efecto, como digo, me resulta curioso porque lo veo en TODAS. Si voy por la mañana a una biblioteca y por la tarde a otra, puede que tenga dos usuarios que me digan lo mismo para dos bibliotecas distintas… y a lo mejor me dicen que en “tal biblioteca” (¡la de la mañana!) sí le funciona. Porque esa es otra constante: en todas logran conectarse menos en la propia (son usuarios sin miedo a desplazarse).
En fin, que preferiría no sufrirlos, después de haber tenido con ellos broncas monumentales por un mal servicio que no es culpa de uno y ante el que poco podemos hacer. El ISP de la señal inalámbrica no es la biblioteca y salvo reiniciar el router a petición del servicio técnico, poco más podemos hacer. Salvo, quizá, rezar para que este, ese o aquel no sean uno de esos días en que el servicio cae al completo, y hordas de usuarios con portátiles abiertos en las manos se dirijan al mostrador con expresiones en el rostro que casan más con una antorcha encendida en la mano y el grito de “¡Quememos al monstruo!” de las películas de terror de la Hammer. Claro que… Vaya, les dejo, que viene un señor con un laptop en las manos… :(