martes, 23 de junio de 2009

Sillas demasiado cómodas

Una de mis compañeras sube tranquilamente a la sala de novela al inicio de la jornada. Es primera hora de la tarde, no ha entrado aún casi nadie y fuera el sol ha vaciado las calles. Su sorpresa, y susto, de hecho, es encontrarse a un ¿usuario? sentado en su silla, tras el mostrador de la planta y, aparentemente dormido. Y digo aparentemente porque sus intentos de despertarle cayeron al principio, me contaba, en saco roto. Vamos, que estaba como un tronco o había viajado al otro barrio. Ya un poco nerviosa, mi compañera gritó, algo que no hacemos precisamente por estos lugares, y entonces sí, la persona se dignó a abrir los ojos.

- Disculpe, pero en la biblioteca no se puede dormir. Además, esta silla es nuestra, de trabajo. ¿Qué hace aquí?
- Uy, perdón. Es que estaba esperando para el curso que hacen después, y como he visto que esta silla parecía más cómoda que las otras...

No, si al final nos tendremos que poner sillones de tortura, o chinchetas, como mínimo. ¿Y que la silla estuviese detrás de un mostrador en el que pone "Información" no dice nada, verdad? Ah no, claro, que los usuarios no leen, casi lo olvido.

viernes, 12 de junio de 2009

Vamos a tener un accidente...

El verano ya está aquí. Vale, astronómicamente faltan unos días, pero el calor ya no nos lo quitamos. La ropa sí, y de eso va la entrada hoy. Justo delante de la biblioteca hay un edificio, una vivienda, con una terraza inmensa. Los ocupantes de los pisos han puesto unas cuantas tumbonas, y disponen de un solárium gratuito y muy majo. Y como la calle es estrecha, lo tenemos pegadito, y justo a la altura de la sala de adultos.

Ayer a primera hora de la tarde, un usuario que salía de la sala se quedó extasiado con las vistas. En este caso, tres señoras con bañadores muy breves y con falta de piezas. Su único movimiento fue acercarse, centímetro a centímetro a la ventana, a la vez que, mecánicamente, pulsaba el botón del ascensor. Éste llegó, se abrió la puerta, esperó, la cerró y se fue. Y el usuario seguía allí. Se dio cuenta al cabo de poco que había perdido el ascensor, y bajó por la escalera.

No pude evitar preguntarme qué sucedería si el siguiente usuario mirara hacia la ventana antes de llegar a la puerta (de cristal), y se la comiera con patatas... De momento, me conformo con que no ha sucedido.

jueves, 11 de junio de 2009

Momentitos

17:30 de la tarde. Hora punta en la sala de adultos. No hay ni una silla libre desde hace 45 minutos y ya me he encontrado gente sentada en el suelo. Es época de exámenes y tenemos poco sitio y mucho aire acondicionado. El sol, fuera, promete un verano calentito. Y dentro, se va la luz. De hecho, se corta la energía de buena parte del distrito. Una llamada a la compañía eléctrica no augura nada bueno: tienen localizada la avería, pero repararla no llevará menos de 90 minutos.
Lo malo de los tiempos que vivimos es que, sin luz, retrocedemos 100 años. En un momento nos hemos quedado sin iluminación, sin aire acondicionado (menos mal que he podido abrir ventanas), sin ordenadores de consulta, de trabajo, de Internet, sin WiFi... La sala de adultos se vacía en muy poco tiempo, y sólo quedan unos pocos estudiantes con apuntes y algún usuario con portátil que no debe necesitar conexión a Internet. Abajo, mis compañeras no dejan entrar más usuarios, ya que poco pueden hacer arriba y, además, estamos sin ascensor y la escalera está a oscuras.
Pero un señor muy decidido opina que las restricciones no son para él. Entrando en la biblioteca, cuando se le dice que estamos sin luz, nos comenta lo siguiente:

- Sólo quería conectarme un momento a Internet, para mirar el correo.
- No, verá, es que estamos sin luz, no hay ordenadores.
- ¡Pero es que sólo es un momentito!


...


- Me sabe mal, en serio, pero es que no hay corriente eléctrica, no funciona nada.


...



...



...



- Pero de verdad que sólo es un momentito... :_(