lunes, 10 de octubre de 2011

Desubicados

He mencionado en más de una ocasión que gran parte de nuestro trabajo como bibliotecarios del sistema público se resumiría en contestar preguntas. Por ejemplo "¿Dónde encuentro este libro?", "¿Dónde tenéis la novela?" o "¿Dónde están los servicios?". Entre las preguntas y las peticiones ("Recomiéndame un libro, anda"), se incian casi todas nuestras conversaciones con el usuario. Pero digo todo esto porque hay una pregunta que me inquieta, que me dice que la gente va por la vida con visión de túnel, sin mirar arriba, abajo o a los lados.

Desde hace algo más de dos años, se ha implantado en nuestro sistema público de bibliotecas (en Barcelona) un sistema automatizado de reserva de turno para Internet. Ya he contado su funcionamiento en otra entrada, hace tiempo, pero resumiendo, permite que uno reserve ordenadores, a una semana vista, en cualquier biblioteca del sistema que tenga el mismo programa automático, en toda la red. Por ello, una de las entradas que el usuario se encuentra en la pantalla cuando reserva es la de "Seleccione biblioteca". Lo ideal es que el menú apuntara directamente como primera opción a la biblioteca donde realizamos la acción de reserva, pero como no es así y las lista en orden alfabético, el programa presupone que el usuario sabe dónde está.

¿Sí? ¿Seguro?





Pues no.





La primera vez que un usuario tenía problemas con el programa y me llamó para preguntarme "¿Qué biblioteca es ésta?" reconozco que me quedé algo descolocado. Al fin y al cabo, se supone que uno sabe dónde va, y más cuando el nombre de las bibliotecas se repite en la puerta, al menos, dos veces, y por dentro encontrarán el nombre en casi cualquier parte. Cuando me lo están preguntando 20 veces en una misma semana (y no exagero), creo que tenemos un problema. Y pasa en cualquier lado, y con personas de toda edad y condición. Quizá seguimos con el tópico de siempre: los usuarios no leen. Corolario: ¡ni el nombre de la puerta!


Hagan el favor: ¡miren dónde entran!