miércoles, 7 de noviembre de 2012

¡Urgente, urgente!

Una compañera de otra biblioteca me contaba ayer esta anécdota vivida en primera persona:

Mostrador de préstamo en hora punta de la tarde. Las dos compañeras que están atendiendo tienen ya cola de usuarios y no paran de entrar más; la biblioteca está bastante llena.

De repente, del fondo de la sala viene corriendo un usuario bastante alterado:

- ¡Por favor! ¡Por favor! ¿¡Podéis ayudarme!?

Las compañeras le miran y él señala el ordenador con el que está conectado a Internet, un terminal de la propia biblioteca que se halla al fondo de la sala.

- ¡Ayyy! ¡Por favor, que es urgente!
- Un momento, caballero, enseguida que podamos le atendemos.
- ¡Ay, que no sé qué hacer! ¡Ayyy!¡Por favooor!

Las compañeras siguen atendiendo. Los compañeros de otros mostradores están igual, así que, de momento, nadie puede ir al rescate. El usuario, mientras, está en medio de la sala, cerca del mostrador de préstamo, mordiéndose las uñas, y visiblemente alterado. Al cabo de poco, la primera bibliotecaria que queda libre le acompaña al terminal, donde el usuario le dice algo y ella le señala el teclado. El usuario, que parece visiblemente aliviado incluso de lejos, se sienta delante del terminal.
La bibliotecaria, vuelve hacia préstamo, con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa, por algo que trata de asimilar y no puede, y los labios apretados y temblorosos, como quien desea no carcajearse en público y está a punto de no conseguirlo.

- Oye, ¿qué le pasaba?, le pregunta la compañera.

- Pff... pf.. qu... pfffff....

- ¿Perdona?

- Esp... que... ppffffff.... argh...

- Pero chica, ¿qué te pasa?

- Uf, que no puedo respirar... espera, espera, que me da la risa floja... Que el señor quería, quería...

- ¿Sí?



-... ¡La hache! ¡¡Que dónde estaba la tecla de la hache!! ¡¡¡Que no la encontraba!!!