Los buzones de devolución, como boca que está abierta al mundo en general, tienen todo un mundo de anécdotas y posibilidades. Por ejemplo, es muy habitual que los usuarios lo usen como ventanilla de donativos. Nos dejan los libros que no quieren y que, seguramente, creen que podrían estar en la biblioteca. Nos hemos encontrado libros de los años 60 y 70 con las páginas completamente amarillas, muy destrozados y, en cambio, auténticas perlas como novelas tan nuevas que aún no tiene ninguna biblioteca. No vamos a hablar hoy de líquidos, sólidos ni marranadas varias, que también las hay.
Pero me veo obligado a insistir en que, por mucho que sea un buzón que está en plena calle, es sólo para depositar material de la biblioteca. En este caso lo digo por lo que se encontraron mis compañeras junto al buzón cuando abrieron este pasado sábado:



Entre este pobre bicho y la fauna habitual, más algún otro ser vivo del que ya les hablaré, estamos realmente entretenidos. En serio, hay mejores lugares donde dejar un pobre patito...