sábado, 1 de diciembre de 2007

¡No hay más llamadas!

Una de mis compañeras de la biblioteca en la que he trabajado esta semana, me cuenta esta divertidísima anécdota...


A la bibliotecaria se le acerca una chica con unas láminas de dibujo:
- Soy tallerista, y mediante estos dibujos, hago cuentos a los niños. Me gustaría que me contrataráis para hacerlo aquí.
- (Ni hola ni nada.. ¡a saco!). Me parece muy bien... pero nosotros no programamos las actividades... todo esto lo llevan desde la central.
- Ah, ¿Y dónde está eso?
- En las Ramblas. Pero mejor llama antes, porque no trabajan cara al público. Es una oficina en un piso.
- ¡Ah, no!¡¡YO NO LLAMO A NADIE!!

...

- ¿Perdón? (cara de personaje de manga, gotita de sudor incluída).
- No, no... desde que me enteré que llamar por teléfono produce cáncer de tímpano, y que ese cáncer sube para arriba, que yo no llamo a nadie.


...




...



- Ah, ok... bueno, pues que haya suerte, ¿eh?

domingo, 18 de noviembre de 2007

Resumiendo

Estaba esperando un tren de nuestras queridas Cercanías de Barcelona, cuando al señor que estaba sentado a mi lado en el banco le suena el móvil. Contesta enseguida (a grito pelado).

- ¿¡¡SÍÍÍ!!? ¿¡¡OYEEE!!?


- ...


- ¡¡SÍ, PUES YO ESTOY AQUÍ, PA IR PALLÁ!!




No se puede decir más en menos...

viernes, 9 de noviembre de 2007

Milagros no hacemos

Viernes, 17:05 de la tarde. Biblioteca céntrica repletita de usuarios. Uno de ellos, sentado delante de un combo DVD-TV, pide ayuda al bibliotecario. La pantalla del televisor está azul.

- Disculpa, ¿para que se vea la imagen?

El bibliotecario se acerca a mirar el aparato. Todo parece conectado. Y entonces se fija en lo que tiene el usuario sobre la mesa.


Cajas cuadradas.



En todas pone lo mismo.



CD 520 ...





CD...




- Verá... es que son discos de bandas sonoras... no hay imagen.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Bibliofreaks (VII): Los Sinkasa (y2)

Los Sinkasa son problemáticos por varios motivos, de los que podríamos destacar los siguientes:

- Persistencia. Están en la puerta siempre antes de abrir, permanecen dentro todo el día y son los últimos en marcharse. Si cerramos al mediodía, sucede lo mismo con el agravante de que se quedan delante de la biblioteca el par de horitas que suele estar cerrada. Si hay bancos, se echan una siesta, pero siempre atentos al ruido de la puerta de entrada. Este tipo de comportamiento es especialmente tocapelotas las vísperas de festivos importantes. En muchas bibliotecas, los días 23 de junio, 24 de diciembre, etc., los Sinkasa suelen formar el grueso del colectivo de usuarios que no se van aunque pasen 5 minutos de la hora. Y en según qué fechas, como las que decía, se nota mucho más.

- Pestilencia. Si son de los sin techo, y no acceden a las ayudas sociales para, entre otras cosas, higiene, o simplemente son unos guarros, emiten todo un catálogo de olores, a cuál peor, que provoca que uno intente que el trato con ellos dure lo que se puede aguantar sin respirar. Si se combina con el consumo de alcohol, se aconseja no acercar cualquier fuente de llama al sujeto.

- Pesadez. Probablemente no se encontrará usuarios más exigentes y maleducados. ¡Cuidado! Recuerde que las entradas sobre bibliofreaks de este blog son extremadamente generalistas. Hay usuarios que son bellísimas personas, como en todos lados, y los Sinkasa no son menos; simplemente, hay una carga abundante de tirantez en el colectivo. Por otro lado, su nivel de exigencia, combinado con su profundo conocimiento de las costumbres de la biblioteca, puede convertirse en un poderoso aliado cuando uno es un recién llegado. Serán ellos los que podrán indicarle en qué cajón están los auriculares, el mando a distancia, y hasta los pasos a seguir para conectar correctamente el DVD y la TV para que se vea exactamente lo que ellos piden. En los casos de bibliotecas con 4 TV, 2 DVD, 1 VHS, sistema de recepción de canales por satélite, y mesa de mezclas de 8 pistas, el Sinkasa de turno adquiere el rol del guía selvático que va delante del grupo machete en ristre y conoce todos los atajos. A no ser que sea de los gandularros que comentábamos en la anterior entrada, claro. Para el caso del novato, suele primar la necesidad de ver la peli sobre la pereza de tener que apretar botones por uno mismo.

- Recursos acaparados: lo que decíamos del visionado de películas y TV. Suelen abusar hasta que se les pone freno. En el caso de Internet o Multimedia, suelen quedarse delante del ordenador mucho más tiempo del que tienen asignado, lo que genera esperas innecesarias por parte de otros usuarios. Además, cuando les toca desocupar un ordenador, toman por asalto cualquier otro que se halle vacío, sin importarles lo más mínimo el sistema de turnos. Esta especie de duelo a tres bandas entre ellos, otros usuarios y el personal de la biblioteca, suele prolongarse a lo largo de todo el turno, y repetirse a diario, pese a las múltiples advertencias. El caso extremo es cuando hacen lo mismo ya con el carnet bloqueado. Como no, suelen ser los más broncas cuando se les recrimina su actitud.

- Uso de los baños como ducha improvisada: Los usan para lavarse todo el cuerpo, con la consiguiente inundación, suciedad, y desprecio por el resto de usuarios.

- Ruiditos varios: ¡sus ronquidos son temibles!

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Bibliofreaks (VII): Los Sinkasa

Aunque el nombre parezca pertenecer más a una tribu zulú que un tipo de usuarios, les aseguro que a éstos les queda que ni pintado. Los Sinkasa son aquellos que, literalmente, viven en la biblioteca y por lo tanto, suscitan continuamente entre el personal la pregunta "¿Pero esta gente no tiene casa?" (o "¿No tiene vida?", pero esta variante es algo más cruel). Lamentablemente, en muchos casos es algo literalmente cierto, puesto que la mayoría de ell@s pertenecen al colectivo de los sin techo.
Los Sinkasa son, en muchos casos, también Garfield. Están en la puerta bastante antes de abrir y entran de los primeros, con paso firme y soberbio. A partir de aquí, comienza una rutina diaria que varía ligeramente según el sujeto, pero que, una vez establecida, es tan fácil de identificar como difícil de cambiar:

- Asalto a la prensa diaria. Los Sinkasa y/o Sinvida son el más directo competidor, en el medio ecológico, de los Abuelos del Periódico por leer los primeros el diario. Compárenlo con dos familias de superpredadores que comparten una presa que no abunda. Generalmente gana el Comando Imserso, ya que juega en casa y defiende su posición con uñas, dientes postizos, bastones de uso múltiple y muletas de combate.

- Los Sinkasa (la inmensa mayoría son hombres), suelen optar entonces por las revistas, de menos demanda, y el uso de Internet. Eso, cuando simplemente no se sientan en un sofá o un sillón y se quedan sin hacer nada. Si estamos hablando de la tarde, el "no hacer nada" pasa a ser "quedarse dormido", con el consecuente peligro de entrar en una fase de molestos ronquidos.

- Uso de Internet. El Sinkasa es experto en el uso de Internet a lo largo del día. Combina perfectamente el uso de los ordenadores que sólo tienen acceso a la red (que pueden usarse entre 2 y 3 horas a la semana), con los de las Aulas Multimedia (de entre 4 y 8 horas), que tienen controles de tiempo distintos e independientes. Si la biblioteca tiene varias plantas y el cronómetro de Internet es distinto en cada una, subirá y bajará las veces que haga falta para tener más horas. Si, además, el local dispone de PC de consulta rápida, éste será usado lo que le venga en gana.

- La biblioteca es el cine más barato del mundo: el servicio más usado por los Sinkasa (además del WC), es el que les permite ves películas en DVD y VHS, cómodamente sentados, con auriculares y mando a distancia. En esto, curiosamente, suelen ser tan exigentes como gandules: no pararán hasta que se le ponga lo que quieren, en el idioma que quieren y con los subtítulos que desean, si se tercia. Ante cualquier intento de explicarles el fácil uso del mando a distancia del DVD, gritarán enseguida algo así como "¡Uy, no! ¡Yo de estos trastos no entiendo!" Ya, sí... y yo me lo creo. El visionado de películas trae consigo una ristra de elementos propios. El, primero, la competencia. En este caso, la tribu sólo lucha contra ella misma. Si es usted observador/a, distinguirá enseguida la serie de alianzas y enfrentamientos, según los grupos. Los que se conocen entre ellos no se pisan el derecho a peli y se combinan los horarios a la par que se guardan los turnos. Si aparece alguno que no es de su círculo y logra ponerse antes que ellos, tendrá malas caras, protestas, y la cosa puede llegar a las manos. Este tipo de conflicto se maximiza en las bibliotecas que tienen más de un aparato y TV y, por el motivo que sea, alguno de ellos deja de funcionar durante unos días, lo que genera un cuello de botella muy agobiante para el personal. El uso de este servicio se convierte rápidamente en abuso, lo que obliga a tomar medidas para racionalizarlo. ¿Han entrado alguna vez en una biblioteca dónde haya un cartel que rece "Sólo se permite una película por persona y día?" No lo duden: han tenido una verdadera epidemia de Sinkasa.

(mañana seguimos)

martes, 6 de noviembre de 2007

Problema de orientación

Hay tardes curiosas. Como esa en que trabajas en una biblioteca con más de dos plantas, y te preguntan:


- Hola, ¿para conectarme a Internet?

Y respondes:

- Sí, en el SEGUNDO PISO.

A lo que te vuelven a preguntar:

- Ah, ¿abajo, dices?


...



Cuando esto te pasa tres veces seguidas, y otras tantas a tu compañero, no sabes si los usuarios tienen un grave problema de orientación vertical, o es que los aparcamientos de múltiples niveles de los grandes centros comerciales, o los abundantes sótanos del Corte Inglés, han hecho muuuuucho daño. :S

viernes, 2 de noviembre de 2007

Mejor dentro que fuera



Teniendo en cuenta que está en una papelera...

lunes, 29 de octubre de 2007

Necesidad inmediata


Pues eso... que está claro que necesitan esa dependienta, ¡pero ya!

sábado, 27 de octubre de 2007

Bibliofreaks (VI): Los L.U.T. (Laptop Users Tocabowlings)

O "Ley de Murphy de la conexión Wi-Fi".

Desde hace unos pocos años, en nuestras bibliotecas públicas (en las de la Europa más acorde con el s. XXI, hace bastante más tiempo), hay acceso inalámbrico gratuito a Internet. Usted se trae su portátil y mediante el número de carnet de usuario y el DNI, se conecta a una red con velocidad respetable (que no elevada), por tantas horas como tengamos abierto el local. De hecho, en la mayoría de casos la señal llega fuera del edificio, por lo que no es raro ver gente sentada en los bancos próximos (o en posturas más raras), con su portátil, a todas horas.
Que sea una conexión sencilla no implica que no dé problemas. Hace un par de años era más habitual encontrarse con tarjetas Wireless USB que no aceptaban la conexión (sin motivo lógico aparente), cosa que ha quedado solventada al tener, casi todos los usuarios, portátiles más modernos con la tarjeta integrada. En otros casos es el firewall de Windows, en otros es alguna idiotez del sistema, etc. Pero hay una situación algo temible para el bibliotecario, y es el usuario de este servicio que cumple con la consabida Ley de Murphy. Elevo este tipo de usuario a la categoría de Bibliofreak después de constatar que los hay en todas las bibliotecas, y que en todas sucede lo mismo, con gran profusión del comportamiento borde y chulesco que les caracteriza.
Este bibliofreak es un usuario que entra casi exclusivamente a usar su portátil y la conexión inalámbrica. Al entrar, o bien no dice nada (ni saluda, ya puestos), o bien pregunta dónde está la zona con la máxima potencia de señal. Este tipo de pregunta es habitual entre los que se traen su propio ordenador, y con el 99% de ellos no hay problemas. El calvario comienza cuando el usuario que ha entrado hace poco, se dirige hacia el mostrador con cara de pocos amigos y su portátil abierto en las manos. En este caso, en la totalidad de las ocasiones, el sujeto viene a protestar porque no puede conectarse. Y tiemble, porque no es ninguno de los casos que mencionábamos antes. Gracias a Murphy, el problema de este usuario va a ser poco menos que irresoluble, si es que puede llegar solventarlo. Por algún motivo que debe pertenecer más al campo de los misteriólogos que a los informáticos, el ordenador se resiste a conectarse a la red, pese a reconocerla. Tenemos un breve manual de conexión que describe, paso a paso, lo que debe hacerse para configurar la máquina; ya puede usarlo de papel higiénico, porque le va a ser más útil que con el bibliofreak que tiene delante. Por cierto, hasta ahora no parecen de esa categoría, ¿no? Esperen, que ahora viene la puya: al decirle al usuario que el ordenador no conecta y que uno no sabe de qué manera conseguirlo, sueltan sin pestañear la frase: “¡Pues en todos los otros sitios me puedo conectar!" Es decir: de un plumazo te están llamando inútil y se ciscan en la red de la biblioteca propia, en su configuración y en la madre que la parió. El efecto, como digo, me resulta curioso porque lo veo en TODAS. Si voy por la mañana a una biblioteca y por la tarde a otra, puede que tenga dos usuarios que me digan lo mismo para dos bibliotecas distintas… y a lo mejor me dicen que en “tal biblioteca” (¡la de la mañana!) sí le funciona. Porque esa es otra constante: en todas logran conectarse menos en la propia (son usuarios sin miedo a desplazarse).
En fin, que preferiría no sufrirlos, después de haber tenido con ellos broncas monumentales por un mal servicio que no es culpa de uno y ante el que poco podemos hacer. El ISP de la señal inalámbrica no es la biblioteca y salvo reiniciar el router a petición del servicio técnico, poco más podemos hacer. Salvo, quizá, rezar para que este, ese o aquel no sean uno de esos días en que el servicio cae al completo, y hordas de usuarios con portátiles abiertos en las manos se dirijan al mostrador con expresiones en el rostro que casan más con una antorcha encendida en la mano y el grito de “¡Quememos al monstruo!” de las películas de terror de la Hammer. Claro que… Vaya, les dejo, que viene un señor con un laptop en las manos… :(

viernes, 21 de septiembre de 2007

Bibliofreaks (V): Fusión

Si son lector@s de este blog, ya sabrán que una de sus secciones es clasificar cierto tipo de usuarios, los Bibliofreaks, a través de su comportamiento y cómo los vemos los bibliotecarios. Son usuarios muy peculiares, que destacan mucho en nuestro día a día, para bien o para mal. Pero si hay algo capaz de grabarse más en la memoria que el comportamiento de un bibliofreak es el de 2 ó más combinados.
Hace un tiempo estuve con un compañero que me contaba cómo, cada tarde, el mismo freak aparecía por la sala para contarle un chiste (malísimo), en voz alta y apabullante, para luego quedarse un buen rato taladrándole la cabeza con sus teorías sobre OVNIS y otras historias. Mi compañero podía soportar con relativa paciencia el chiste de turno, pero el resto de la perorata le superaba día a día, sin que encontrara la forma de que dejara de molestarlo de manera definitiva.
Pero una tarde, la inspiración le vino a la cabeza y se le encendió la bombilla: delante del mostrador, otro usuario tan freak como el otro a su manera, o más, tenía su nariz pegada a la pantalla del ordenador, como cada tarde. Cuando el compañero recibía, por enésima vez, una clase intensiva sobre métodos de propulsión de naves tripuladas por hombrecillos grises, detuvo al amigo y le dijo:
- Mira, esto tendrías que contárselo a ese chaval de ahí... - señalando al que estaba sentado.
El de los chistes le miró perplejo y al cabo de un momento, le preguntó que a qué venía eso.
- ¡¿No sabes quién es ese tío?! ¡Ese tío es científico! ¡Estuvo a punto de ganar un Premio Nóbel de Física!
- ¿Ah sí? ¡Pues entonces voy a hablar con él!

Y se fue hacia el del ordenador. Supongo que las probabilidades de que se mande a alguien que viene en ese plan a donde amargan los pepinos pueden calificarse de enormes, pero el caso es que, como decía, el otro era tan freak o más y no sólo le escuchó, sino que juntos llevaron la conversación a límites insospechados.
Desde ese día, el primer usuario sólo cuenta el chiste... deja el taladro para el otro amigo.

Así que ya saben... ¿tienen un usuario agobiante? ¿Consumen analgésicos como caramelos para superar esas tardes de gloria? ¡No lo duden! ¡Busquen a la otra mitad de esa pesadilla y practiquen la Fusión! ¡Diversión asegurada, como en Bola de Drac!

viernes, 7 de septiembre de 2007

Bibliotecas de verano: nuevos amigos

El verano me suele recordar el por qué me hice bibliotecario. Al margen de respuestas y comentarios obvios, como que me chiflan los libros y leer, y cualquier otra de calado similar, las prácticas que se realizan como parte del programa de estudios me revelaron el verdadero motivo de la vocación: la ilusión de un usuario cuando encuentra lo que busca. Sencillamente, no hay nada que se le pueda comparar. Es un rostro extasiado, una ventana al aspecto que tiene la felicidad cuando se muestra en su plenitud. Y te hace mantener la ilusión por tu trabajo.

En las públicas, este tipo de alegría se manifiesta desde el mismo momento en que la persona se hace su carnet. Y el verano es la época en que hacemos más, por lo que el fenómeno se multiplica. Hay gente que se lo hace como parte de una rutina, muchos de ellos porque les han dicho que hay internet gratis, pero hay un grupo de usuarios que descubren que muy cerca de su casa tienen un tesoro de ocio y cultura que no imaginaban que existiera... y sí, también gratis.

La escena suele ser como sigue: a media tarde aparece una usuaria o un usuario que no habías visto antes. Por cómo mira las cosas, es evidente que es la primera vez que pisa el recinto, y muestra una leve sonrisa. Se dirige a ti y pregunta para hacerse el carnet. Nada más fácil: con mostrar el DNI, el pasaporte, el permiso de conducir o la tarjeta de residencia, la cosa está hecha. Este tipo de usuario se distingue, además, porque pregunta las cosas y se interesa por los detalles: qué se puede llevar, cuánto tiempo, dónde lo puede encontrar, etc., y hasta que no lo tiene claro, no se va a por ello. Al cabo de un rato (un buen rato), este usuario aparece por el mostrador de préstamo con una tonelada de material y un brillo en los ojos que habitualmente se asocia a ciertas sustancias químicas con fama de adictivas. Lo que suele llevarse el primer día llega al tope de lo permitido y lo mejor es que lo va a usar de cabo a rabo. Ah, curiosamente más de la mitad de los usuarios suelen hacer este tipo de estreno en familia, y la media es de 2 niños por grupo, por lo que se suelen ir bien cargados. El mejor fue, para mí, un padre de familia que cuando se iba me dijo “Y pensar que tenía esto al lado de casa…”. Lo dicho, me encanta este tipo de gente tan agradecida.

¡Bienvenidos sean!

domingo, 26 de agosto de 2007

Quis custodiet litterae?



Uno no debería leer según qué a las 3 de la mañana...












... porque puede acabar pensando que quién lo ha escrito lo ha hecho a la misma hora y en un estado etílico mucho peor que el propio.

sábado, 18 de agosto de 2007

... ¿y disculpen la atención?

Mi querida amiga M0rn3n me envía esta divertida foto:






"Muchas gracias por las molestias"

Visto en una tienda de Sabadell, Barcelona.

viernes, 17 de agosto de 2007

Chorizos

- "Me han robado 5 euros y la tarjeta del metro. Te lo digo como anécdota. Adiós."

Y el usuario se fue por la puerta.


Esto me lo contaba hace pocas horas un compañero, tal como le sucedió a él. Lo que pasa es que, lejos de ser una anécdota, es el pan nuestro de cada día.
En las bibliotecas se roba mucho, seguramente más de lo que puedan imaginar. Y lo peor es que muchos de esos robos se podrían evitar, porque son pueden llegar a ser francamente absurdos.

En el caso del caballero que nos ocupa, dijo que había dejado la cartera un momento sobre la mesa. Quien fuera que le robase, tuvo tiempo de ver la cartera, abrirla, hurgar, seleccionar lo que se llevaba, y volver a dejarla ahí mismo. Uno diría "¿por qué deja alguien la cartera sobre la mesa y SE VA?" Pues no lo sé, pero lo que sí les aseguro es que habitual.
Parece que existe una curiosa tendencia, por parte de los usuarios de las biblios a dejar cosas a la vista, sobre la mesa, confiadamente, como si el lugar fuese inmune al latrocinio. ¡No caerá esa breva! La gente deja de todo. El robo más habitual, por lo que yo sé y he vivido en persona, es el móvil cuando la persona va un momento al lavabo. A ver... ¿tanto cuesta llevarse algo como el móvil? ¿O el bolso? Pues debe ser que la gente se compra móviles de plomo y rellena los bolsos con escombros de hormigón, porque los dejan en la mesa o en la silla para andar 10 metros.
Otro candidato ideal es el portátil. Cada vez hay más en las bibliotecas, ahora que tenemos conexión inalámbrica de buena velocidad, por lo que, con un par de descuidos, un chorizo cualquiera puede hacer su agosto. Lo mismo vale para PDA, MP3, y otro tipo de tecnología. Venden candados para el portátil, que permiten, según el modelo, bloquearlos para que no puedan usarse, o atarlos a algo. El otro día mis compañeras de la mañana tardaron en cerrar porque un usuario había dejado un portátil "encadenado", pero encendido, y se fue tan confiado. La verdad, no sé en qué pensaba: ante algo tan fácil, lo más probable es que le hubiese desaparecido la batería o cualquier otra pieza (la mayoría están a un solo tornillo de la extracción). Otras cosas que desaparecen con cierta frecuencia son las gafas (de sol o no), bufandas, paraguas, chaquetas...
Capítulo aparte merece el exterior, que tampoco es inmune. Ahora está en boga la bicicleta, medio de desplazamiento ideal para no contaminar, hacer ejercicio, y practicar insultos nuevos contra el ayuntamiento que toque y sus ideas para los carriles-bici. ¿Pueden creer la de gente que deja la bici en la puerta y entra "un momento" a coger una novela y salir? Más de las que deberían. Y como no, pasan cosas: el otro día lo hizo un usuario... y le robaron la bici en los siguientes 10 segundos. ¡¡Cómo corría el hombre para recuperarla!! No lo consiguió. ¿Y saben lo que es verdaderamente triste? Que delante del edificio tenemos un aparcamiento para bicis enorme, y la práctica totalidad de los que hacen la tontería llevan cadenas o pitones. Ay, la pereza...

En fin, que no se confíen. Jamás. Lleven siempre lo de valor encima, tanto si van al lavabo como si es a buscar un diccionario o a preguntarnos algo. (Casi) todas las bibliotecas tienen taquillas: úsenlas. Disfruten de su estancia en nuestros pequeños templos de cultura, pero no bajen la guardia. Por favor.

jueves, 16 de agosto de 2007

Bibliotecas de verano: el Efecto Guardería

Siempre recuerdo que mi primer trabajo en las públicas, como para la mayoría de los que estamos en ellas, fue una sustitución de verano. Cuando me contrataron, se me pasó por la cabeza el pensamiento de "Ah, verano... no debería haber mucha gente..."
Craso error.
Ahora que sé mejor cómo va el tema, comprendo la enorme tontería de pensar eso, pero si no se conoce, es más difícil. Básicamente, en verano viene mucha gente a las bibliotecas que están abiertas, pero la tipología de público cambia un poco.
En el caso de la sala infantil, donde me hallo ubicado últimamente, llamo a esa variación, sin demasiada sutileza, el "Efecto guardería". El motivo es muy sencillo: a grandes rasgos, y salvo excepciones, es en lo que nos convertimos. Curiosamente, este cambio se da porque las guarderías de verdad cierran, lo que precipita una oleada de progenitores con niños de muy corta edad hacia nuestras instalaciones.
Esto no es malo ni de lejos y este texto no es una crítica a ello. Lo que sucede es que esa corriente atrae una buena cantidad de usuarios nuevos, que no vienen durante el año y que, de hecho, no han venido nunca antes. Y eso, como decía, es bueno.
Lo malo es que algunos, al no conocer lo que son las bibliotecas, se alejan bastante de las normas de educación básicas. Vamos, que de hecho, más que no saber lo que es una biblioteca, no saben lo que es convivir con otros humanos...
Imagínese una sala poco llena, en silencio. Hay gente, pero si habla, lo hace en voz muy baja. De repente entra una pareja con un par de críos. Uno es un bebé. Está despierto y ya empieza a llorar. El otro es un terremoto de tres años que, tal como entra en la sala, se pone a correr, a gritar y a saltar. Esto es casi inevitable y es el pan nuestro de cada día, pero salvo por algunos recalcitrantes, el usuario medio ya sabe de qué va el tema y enseguida controla a sus vástagos. El usuario de verano se reconoce enseguida porque no sólo no va a decir nada a su retoño si la lía: encima sonreirá y/o lo alentará. Multipliquen eso por 10, por 20 ó por la cifra que más les horrorice y tendrán una asistencia como para provocar tembleque a la ludoteca más curtida.
Mientras los retoños desplazan muebles, lanzan muñecos cual granadas, o emiten agudos capaces de enviar al paro a sopranos de peso, los padres hablan por el móvil como si estuvieran en su casa, montan tertulias de la tarde, o se cuelan en los ordenadores destinados a los críos como si la carne de burro fuese transparente.
A todo esto uno destina una paciencia que no sabía que tenía y una capacidad de desplazamiento de un sitio a otro que semeja más al don de la ubicuidad que a la rapidez propiamente dicha. Lo máximo sería conseguir que no te mirasen con esa cara de “¿Y quién es éste que se atreve a sugerirme que mi angelito se porta mal?”
Y la culpa, por supuesto, no es de los críos. Incluso yo, que nunca me he avergonzado de reconocer que no me gustan los niños, tengo claro que la culpa es de los padres (¡ese Paiño!) Por eso me quejaba al principio del nivel de educación, que corresponde a ellos, y de la total ausencia del mismo.
El “Efecto guardería” se acentúa con los que dejan a los niños solos en la sala y se van a otras a conectarse a Internet o a leer el periódico, nombrándonos guardianes y soltando serpientes por la boca cuando nuestras palabras o nuestros hechos les recuerdan que los únicos responsables allí dentro de sus hijos son ellos y que nuestra carrera no es (habitualmente) psicopedagogía o magisterio.
En fin, les dejo, que se está colando otra bella criaturita por las escaleras del almacén, y la baba de los padres mientras contemplan como casi se rompe la crisma ya me llega a los pies.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Esas prácticas mesas

La bibliotecaria avanza por una sala medio vacía. Son las 12 de la mañana y hay poca gente. El sol luce y el buen tiempo está quitando usuarios a la biblioteca. Aprovecha para colocar bien algunas sillas y recoger algunos libros que ya se han usado. De repente, no puede creer lo que ve. Un usuario tiene desplegado sobre la mesa un mantelito improvisado y come sin rubor alguno un enorme y grasiento bocadillo, regado con una lata de cerveza.

- Disculpe, caballero, pero aquí no se puede comer...

- ¿No? Y entonces, ¿para qué ponéis las mesas?

jueves, 2 de agosto de 2007

Sin palabras

Aunque el título parece referirse más al involuntario silencio de este blog, se trata de mi estado literal, casi, durante estos días. Como no, me quedé sin palabras cuando me enteré del cierre de mi querida revista El Jueves, y si no he posteado hasta hoy nada (algo muy mal hecho, por cierto), es por puro estupor. Y quizá por ganas de ver un poco en qué iba acabando todo esto.
Secuestrar una revista en el año 2007, incluso en este país, parece algo más propio de un sistema dictatorial que a veces parece que aún asome la cabeza y algo más, que de alguien que vive en una nación occidental del s. XXI. Sin palabras: así me quedé.
Compro y leo El Jueves desde hace más de 20 años. En todo este tiempo, se han metido con cualquier institución que se pueda imaginar. Y de manera mucho más sangrante que con la portada del ya famoso número del secuestro. ¡Y eso que sólo era la portada! Recuerdo que estas últimas 2 semanas, la gente que sabe de mi devoción por la revista me preguntaba "¿Y por dentro qué pone?" Y la respuesta era obvia: "¡Nada! ¡El humor de siempre!" Y claro, no lo entiende. La mayoría de la gente no lo entiende. Y yo menos.
Como persona, ver que en este país sigue faltando sentido del humor, me decepciona. Y como bibliotecario, el secuestro de una revista me repugna, me asquea y me asusta. Sí, me asusta mucho que se siga intentando limitar de manera radical el acceso a la información y la cultura (si al menos este fuese el único intento que existe...), y me alegro mucho de haber contemplado cómo la medida provocaba, como es lógico, la reacción más contraria: la llegada de esa información a sitios en los que nunca había dejado huella. Desde aquí mi más sincero apoyo a esos humoristas y profesionales que tan buenos ratos me han proporcionado.

viernes, 8 de junio de 2007

Cenas de bibliotecarios

Aunque quizá a algun@s no se lo parezca, los bibliotecarios también somos humanos y tenemos necesidades. Una de ellas es comer (cenar), y de cuando en cuando, hasta nos gusta hacerlo juntos. Y cuando se coloca alrededor de una mesa a 2 ó más del gremio que no se han visto desde hace un tiempo, siempre nos acabamos contando anécdotas de la profesión. Y los de la pública, para eso, tenemos una fuente inagotable y absolutamente inevitable de sucesos: nuestros queridos usuarios (y algunos compañeros, para qué engañarnos...).
Las anécdotas que se cuenta la gente alrededor de una mesa suelen ser mucho mejores en el momento, pero me han contado algunas que, aunque no tengan ni el 10% de gracia escritas así, no me puedo resistir a compartir.

- Nivel Risas: La de la compañera que fabrica un cartel enorme de color rojo con el símbolo de "Prohibido móviles" pintado, y se dedica a perseguir (por detrás) a los usuarios que hablan con el aparato por la biblio. Ver como todo el mundo te mira sin saber por qué crea un fuerte sentimiento de paranoia...

- Nivel QuasiInsuperable: A una biblioteca situada en una zona de paso de turistas, entra una pareja de japoneses. Al cabo de poco, asaltan muy excitados a uno de los compañeros que estaban trabajando y en un inglés malísimo mezclado con japonés, tratan de contarle algo. El compañero no entiende nada de lo que le están diciendo, hasta que, gracias al socorrido lenguaje consistente en señalar con el dedo, comprende que algo les ha sucedido en el WC de señoras. Les acompaña, y la nipona le indica repetidamente una de las puertas. Al empujarla, había una señora mayor orinando... y sin haber cerrado la puerta, con el consiguiente susto y sofoco. Superado este obstáculo, la turista logra hacerle entender al colega que se le ha caído la guía de Barcelona (en japonés)... ¡dentro del recipiente higiénico para compresas y tampones! O__o El cómo creo que nunca lo supieron...

- Nivel PorElSueloAhogándose: Un usuario (con problemas mentales) logra perder el carnet del centro, recién expedido, en el tramo de 5 metros que va de un mostrador a otro. Ese debe ser un récord absoluto. ¿O no? ;)

lunes, 4 de junio de 2007

Cartelitos

Las bibliotecas son lugares repletos de carteles. Los tenemos de lo que se puede hacer , de lo que no se puede hacer, de los cursos que damos, de los que se dan en otros sitios, de publicidad (cultural, mayormente), etc. También solemos tener paneles para que los usuarios cuelguen los suyos, lo que va desde cursos de yoga y tarot a los que buscan piso o pareja. Y lo de los carteles nos suele llevar, a los de la profesión, a pensar que los usuarios, en general, no leen. Por lo menos los carteles no, desde luego. Porque no es normal que 20 personas te pregunten en una tarde lo mismo que dice el cartel puesto en la entrada y reproducido en 2 ó 3 lugares más. Y nos pasa con los de cualquier tipo.
Lo que es aún menos normal, y yo no me había encontrado hasta ahora, es que los propios usuarios nos ayuden en la confección de carteles de normativa interna; vamos, de los que mencionaba como categoría "lo que no se puede hacer". Explícito es... y directo:



sábado, 2 de junio de 2007

Meme 139

Lo mío es muy grave... Hace semanas que me infectaron con un Meme y no he respondido a su llamada, a su infección, o como quieran llamarlo. Es lo que tiene la primavera, que las alergias entran en ebullición, y con las narices hinchadas y llenas de cosas multicolores, uno no responde como debería a otros virus, aunque sean culturales. Pero aquí estamos: no puedo postergarlo más. Perdona, Blackonion, que no haya dejado salir a flote antes esto.

Y ahí va el meme: Es del libro Descodificando a María Magdalena, de Amy Welborn. Dado el tamaño de la torre libraria de la mesita de noche. hubiera podido escoger algunos otros, pero este estaba arriba del todo.

"Pero, al final, ¿qué podemos decir realmente de ella misma? Qué le ocurrió después de la Ascensión de Jesús?
Dados los medios hoy disponibles, no hay modo de saber la respuesta con absoluta certeza. No obstante, si atendemos a las diferentes raíces de las leyendas más antiguas, a los viajes de las supuestas reliquias y a su devoción en diversos lugares del mundo, podemos considerar algunas posibilidades seriamente."

viernes, 6 de abril de 2007

El regreso del hombre cucaracha

No, no me refiero al título de la canción de Daniel higiénico, sino a que volvió nuestro amigo el que va soltando insectos por la biblio como quien siembra un campo de legumbres, el de esta entrada.
Yo no estaba, pero me cuentan que en esta ocasión no le dio tiempo a lanzar su temible Convocar blátidos II, porque un par de compañeros le sometieron a un marcaje digno del mejor partido de Puyol y después llamaron a los mossos, que se lo llevaron. Para cuando lo hicieron ya la estaba liando, así que seguro que vuelve.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Abandonada



Dejar en la calle una caja de caudales nuevecita es raro.
Dejarla con la llave puesta para que la aproveche otra persona es raro de narices, pero demuestra que hay ganas de reutilizar las cosas y generosidad en las maneras.
Dejarla con el manual de instrucciones al lado... ¡no tiene precio!

viernes, 2 de marzo de 2007

6 toros, 6


No, 4 "habitasioes", 4, de "alquier", pero el estilo se reconoce.

miércoles, 28 de febrero de 2007

Bibliofreaks (IV) : Por triplicado, por favor

El bibliotecario está, como cada tarde, detrás del mostrador. La jornada apenas ha empezado, pero la sala tiene ya un montón de gente que pasea cerca de las estanterías. Sabe que dentro de nada va a tener cola: su puesto controla el acceso a Internet.

Como muchos días, a media tarde los ordenadores ya están llenos casi para lo que resta de tiempo hasta cerrar. En ese momento, un/a joven se acerca al mostrador.

- Hola, ¿me das una hora de Internet, por favor?
- Vaya, lo siento, sólo me queda un ordenador para media hora. ¿Lo quieres?
- ¿No tienes de una hora?
- No, lo siento, pero me queda libre media hora en uno.

(Pausa de 3 segundos; la usuaria o el usuario se quedan mirando al bibliotecario con cara de Pentium dividiendo por 0)


3


2


1



- ¿Y de una hora no tienes?
- (¿Qué parte de "No" no ha entendido?) No... no quedan.

(Pausa de 5 segundos)


5



4



3



2



1



- Entonces, de una hora, me has dicho que no, ¿no?
- (¡¡¡AAAAARRGH!!!) ¡No! Digo, ¡sí! Digo... bueno, eso, que no quedan.



Juro que esto me estuvo sucediendo cada tarde un verano de no hace tanto…

sábado, 24 de febrero de 2007

Bibliofreaks (III) : El borracho ocasional

Tenía que ser un sábado por la tarde... Ocasionalmente, o no tanto, nos entra algún borracho. Y me refiero a alguien completamente bebido, no con alguna que otra copilla extra (de esos hay más, como en muchos sitios). En algunas bibliotecas, hay usuarios que suelen ir beodos por costumbre. Si son de los habituales, lo normal es que sean de los que eligen un sofá o un sillón, se ponen una peli y ya tienen la tarde echada. No molestan, salvo que ronquen, y el problema puede venir cuando hay que despertarlos: cuesta horrores.
El verdadero peligro es el que entra empapado en alcohol, con ganas de liarla. Noten una cosa: he mencionado que es sábado por la tarde; empapado en alcohol a las cinco PM tiene su qué. E insisto: no me refiero al carajillo o al trifásico de sobremesa. De estos, se acaba de ir uno. Hacía tiempo que no me encontraba con los de esta categoría. Alguien cuyo aliento puede usarse como combustible de motor (si no lo desintegrara antes), tremendamente agresivo, y que le ha dado por meterse con las bibliotecarias (a los chicos trataba de ignorarnos, aunque más de un insulto nos ha caído).
En ese sentido, el problema nunca somos nosotros. Nos pueden insultar lo que quieran: personalmente, con coger el teléfono y llamar a la policía ya me vuelve la sonrisa a los labios. El problemón son los otros usuarios. Como este tipo de personal se mete con todo el mundo, tarde o temprano uno o más de uno se acaba rebotando. Y eso es lo que ha estado a punto de suceder. Si una de las bibliotecarias no lo aparta, otro usuario le parte la cara. Y todo porque oía como nos insultaba a nosotros. ¿Recuerdan, eso sí, las escenas de telediario donde la policía tiene que proteger a un delicuente para que no lo linchen? Pues ha sido algo equivalente, porque el que le iba a dar pesaba, al menos, el doble y le sacaba palmo y medio.
Y hablando de la policía: la hemos llamado enseguida, claro. Lo malo es que han tardado mucho en venir. Cuando el tipo ha visto que no nos íbamos a rebotar, se ha cansado y se ha ido. Casi mejor así: me imagino la escena dentro de la biblioteca y teniendo en cuenta lo que ya gritaba, mejor que se haya marchado sin que, al final, haya pasado nada.

jueves, 22 de febrero de 2007

Bibliofreaks (II) : Los Garfield



Siguiendo con nuestro listado de bibliofreaks, hoy abordamos los que yo llamo “los Garfield". El motivo no es que todos tengan bigotes, ni que su pelo sea naranja, ni siquiera que su plato favorito sea la lasaña, no. El motivo lo pueden ver en la imagen que acompaña a esta entrada. hace bastante tiempo se pusieron de moda los muñecos de Garfield con ventosas, que se pegaban a la ventanilla del coche, por dentro. Recuerdo que a principios de los 90, por ejemplo, uno no podía ir por la calle sin ver varios coches con el dichoso muñequito. En fin, que hay una tipología de usuarios que se le parecen.
En la mayoría de las bibliotecas públicas, las puertas son de cristal. Los que curramos dentro entramos bastante antes de lo que marca el horario de apertura, porque hay mucho trabajo interno. La cuestión es que, desde dentro, se va viendo la acumulación de usuarios que se produce fuera. Normal, ¿no? Pues no, no tanto...
Nuestros bibliofreaks de hoy son los que creen que cuanto más se peguen al cristal de la puerta, antes abriremos. Lo que ya comprenderán que genera situaciones curiosas, y en ocasiones un tanto patéticas. De hecho, algunos se pegan tanto al cristal, que la imagen es justo esa, la de Garfield con ventosas. Y no, no exagero. En una biblioteca de Barcelona había días que no podían abrir por un determinado usuario: un señor mayor se colocaba tan pegado a la puerta, que... ¡bloqueaba el sensor de apertura! Este caballero en concreto esgrimía como motivo de su ansiedad por entrar el que, si no, algún otro usuario podía leer antes que él “su periódico”. Respecto a las habituales peleas entre usuarios por la prensa diaria podemos hablar otro día, que da para otra entrada... y seguramente para más de una.
Un detalle inquietante son las miradas. Los Garfield miran fijamente al interior de la biblioteca, como reforzando esa actitud de “Eh, que estoy aquí, ¡abrid ya!” (no, no importa que falte media hora). Algunas de esas miradas parecen verdaderas amenazas (algunas, además, lo son, pero ese también es motivo de otra entrada).
Lo más curioso de estos usuarios es que, precisamente, son los más habituales. O sea, que a veces uno piensa que realmente deben creer en esa tesis de “Voy antes .. abren antes”, o se deben aburrir mucho en casa, porque les aseguro que algunos están ahí... ¡con 1 hora de antelación! Y eso, en una mañana de invierno, es pasar bastante frío sólo por leer el periódico. Porque algunos vienen por Internet, para que no les quiten el sitio, pero teniendo en cuenta que ese servicio se puede reservar con una semana de antelación, esa se la podrían ahorrar.
¡Otro día seguimos!

sábado, 17 de febrero de 2007

Bibliofreaks (I)

Toda biblioteca que se precie tiene sus “freaks”. Y las públicas, las que más, aunque sólo sea por la manera de funcionar. No está reservado el derecho de admisión, los servicios son gratuitos, se está calentito en invierno y fresquito en verano, hay sofás mulliditos, prensa del día, Internet... Para algunos, el paraíso. Y por eso se quedan todo el día. Y por la noche no porque (de momento), cerramos, que si no...
Por eso, al atraer a la gente, viene de todo, y dentro de ese todo, están los “freaks”. Los reconoceréis fácilmente: son usuarios habituales (MUY habituales), la biblioteca es su segunda casa cuando no la primera, y suelen destacar por algo. Me explico: el usuario medio no se nota: entra, hace uso de lo que necesita, pregunta lo que haga falta, y se va. Somos una herramienta más y, como tal, nos cuida (o no nos maltrata). El usuario freak, en cambio, puede llegar a cometer abusos (y es el que más grita cuando se le recrimina), usa mal el material, acapara o estropea.
Aunque esto parece (y lo es, qué narices) una crítica, no estaría en este blog si, a su vez, este tipo de gente no llevara habitualmente a situaciones graciosas. Las hay también muy dramáticas, y hasta peligrosas, pero prefiero empezar por las que crean una sonrisa o un torrente de carcajadas.
Los freaks, decíamos, suelen ser usuarios habituales, pero los que más destacan son los puntuales. Como el de esta semana. A media tarde entró un tipo enorme. Hablaba solo y no nos dijo nada; se fue directo al fondo de la sala.
Una hora más tarde mi compañero fue a guardar un par de cosas y le vio. Tenía toda una mesa para él, con unos 40 libros desplegados encima (fruto de sacar toda una estantería y dejarlos sobre la mesa)... ¡y les estaba hablando a los libros! Abría uno, hablaba con él, lo cerraba, abría otro, le hablaba... Ah, y no dejaba sentar a nadie en su mesa. Al que se acercaba, lo asustaba enseguida. El compañero, junto con otra bibliotecaria, se dirigieron a el:
- Hola, ¿te podemos ayudar en algo?

Sin respuesta.

- Hola. Mira, que si necesitas algo, de verdad, nos lo puedes pedir.
- ¡¡Grrmmjjj... djme npaz maceperdrtiempo!!

Sí, algo así.

Como la cosa no pintaba bien desde el punto de vista de entablar una relación normal, mi compañero decidió distanciarse, pero vigilarle de cerca. Lo malo es que el señor no vino solo... Unos minutos después, mi colega avistó una cucaracha que se alejaba de él y empezaba a pasearse por la sala. Como no era plan de aplastarla allí delante de la gente, tomó un folio, la recogió del suelo y se la llevó fuera. Cinco minutos después, los usuarios preguntaban “Oye, dónde está el eliminador ese, que aquí hay otra”. La segunda cucaracha no se dejó coger tan fácilmente, y requirió 2 folios para su captura, y un buen rato de lidiar con el bicho. Mientras, nuestro querido freak parece ser que decidió que la estantería elegida no le contaba nada interesante y se fue a la calle.
Normalmente la cosa habría acabado ahí, pero como desde donde estábamos se ve la entrada, nos dimos cuenta enseguida de que se dedicaba a perseguir a la gente que estaba en el paseo, delante de la puerta. Salimos los dos a ver si podíamos hacer algo, y lo que sucedía es que le pedía cigarrillos a la gente. Al decirle que dentro no se podía fumar, cogió su bolsa y se largó. Cabreado, pero se largó. De momento no hemos vuelto a verle...

miércoles, 7 de febrero de 2007

Inicios

La verdad es que no sé si lo hago porque lo tiene tanta gente, o vete a saber por qué... la cuestión es que por fin tengo un blog. No sé qué tal funcionará esto, ni si conseguiré publicar regularmente, pero... ¡vamos allá!

Este el el enésimo blog de un bibliotecario. No soy ni mucho menos el primero, y espero no ser el último ni de lejos, pero sí es cierto que los que trabajamos en las bibliotecas públicas, como en cualquier otro servicio equivalente, tenemos ciertas vivencias que, con el tiempo, deseamos compartir. Algunas son humorísticas, otras són patéticas y otras dejarán más que frías/os a quienes leais esto, pero espero que todos pasemos un buen rato.