viernes, 3 de mayo de 2013

Snif, snif



Ya he hablado en más de una ocasión de los puntos de libro, es decir, objetos que van entre las páginas del ejemplar para marcar el punto donde abandonamos su lectura. Pero creo que no había tocado una categoría que debe ser su prima hermana: objetos entre libros. Una categoría que, a juzgar por lo que le ha sucedido a una compañera hace nada, parece un mundo lleno de sorpresas interesantes.

La compañera que me contaba esto pertenece a una biblioteca de barcelona muy céntrica, un lugar de paso para gente de toda condición, para bien y para mal. Como cada día, ella estaba colocando libros en su sitio, y mientras ordenaba una estantería, de entre dos tomos cayó un paquete fino de papel de aluminio. Al recogerlo, la compañera se percató que soltaba un poco de un polvillo blanco bastante sospechoso. Enseguida lo llevó a su mostrador, para enseñárselo a su compañera. Ésta, ni corta ni perezosa, abrió más el paquete, con lo que una buena cantidad del dicho polvillo acabó en sus pantalones, los cuales sacudió vigorosamente para quitárselo, con pobres resultados, pero generando un picor extraño en la nariz de ambas chicas. Parecía claro que había que llamar a los profesionales.

Los agentes de la Guardia Urbana que se personaron en la biblioteca trajeron reactivos que dieron un hermoso positivo azul. Efectivamente, un paquetito de cocaína que alguien, viéndose atrapado en la última redada en el barrio, había tratado de esconder apresuradamente. Más original que tirarla por el retrete sí és...

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