jueves, 22 de enero de 2009

Mantenimiento

Por una vez, una de las experiencias más desagradables de mi trabajo no ha tenido que ver con usuarios, sino con una mala pasada de la tecnología. Estar en el mostrador de préstamo y, de repente, oler a quemado, es muy desagradable, pero que el olor te llegue a saturar la garganta y, encima, que no se vea humo por ningún lado, es aún más preocupante. Mi compañero de ese momento, al percatarse del olor, soltó un “¡Oh, no!”, que no presagiaba nada bueno.

Resulta que unos quince días antes de este episodio, tuvieron uno muy similar. El mismo olor, quizá aún más intenso, acompañado, esta vez sí, de un humo gris que apareció sin saber de dónde. Avisados los bomberos y mantenimiento, se procede a desalojar la biblioteca (con todo el embrollo que conlleva, y el tira y afloja con los usuarios, que no sueltan su turno de Internet o su silla ni a tiros) y se espera la ayuda.

Los bomberos llegan manguera en mano, lo que obliga a pararles un poco los pies para que no inunden la biblioteca en su afán de apagar las inexistentes llamas. Puestos en antecedentes, buscan por todos lados la fuente del humo: no la encuentran.

Llega mantenimiento. Buscan la fuente del humo. No la encuentran.

Llegan otros de mantenimiento, esta vez del aire acondicionado, para ver si es de las salidas de climatización. No es de allí. Y como el humo desapareció y el olor con él, y al día siguiente todo funcionaba de manera normal, el asunto pasó al olvido.

Hasta el día en que, como decía, estábamos tras el mostrador y el olor regresó. Avisada la directora, esta vez se decidió no desalojar, ya que la intensidad parecía menor, y no se veía humo por ninguna parte. Eso sí, se avisó a mantenimiento. Al cabo de una hora, aparece un personaje, con su mono azul, y su cara de “a ver qué avería os habéis inventado hoy”. Y no, no exagero.

Imagínense la escena: un flujo constante de usuarios que va y viene por la sala, y que cada vez que se acercan al mostrador exclaman “Cómo huele a quemado, ¿no?”. Dos trabajadores que tienen que hacer turnos para salir a respirar sin dejar el mostrador desatendido, y el amigo de mantenimiento dando vueltas diciendo que ahí no olía a nada, que qué exagerados que somos. La frase que no olvidaré jamás, y se ha convertido en germen de esta entrada, fue la siguiente: mi compañero le dijo “¿Pero de verdad no hueles nada?” A lo que el amigo respondió “Etto ej que lo tiene utté ya en la cabesa”. Vamos, que estábamos paranoicos perdidos.
Cuando ya se iba a marchar, por suerte, apareció el humo gris que tanto se echaba de menos y, ahí sí que, raudo y veloz, nuestro paladín electricista localizó la fuente del mal que nos acosaba: el estabilizador eléctrico se había recalentado y amenazaba con fundirse. Ni corto ni perezoso, nuestro bienintencionado defensor le dio al interruptor correspondiente, llevándose por delante la corriente de nuestros ordenadores y de todos los routers del edificio, y eso sin avisar, claro. Tras la bronca, nos los dejó encender un momento, para cerrar bien los sistemas, y luego pasamos tres horas muy divertidas realizando todos los préstamos con papel y bolígrafo.

El colofón del día fue cuando bajó la directora a preguntar cómo había quedado la cosa y no puede evitar decirle la verdad: era todo psicosomático.

3 comentarios:

Kitsunesan dijo...

Es lo que te la tecnologia, que mai falla, son els usuaris i els que la fan servir que s'ho imaginen tot, inclús que no funciona... quina manca de fe...

Kitsunesan dijo...

Ah, desprès de la darrera experiencia per reservar un llibre a la MEVA bliblioteca, vaig descobrir el mon de les llistes d'espera de les novetats editorials. Pq no fas un post al respecte? Es que m'he quedat molt traumatitzada amb la que hi ha per un llibre del Stieg Larsson...

Upuaut dijo...

Tens tota la raó! És un tema digne de post... cada any ens passa el mateix amb els llibres "que lo están petando".