sábado, 17 de febrero de 2007

Bibliofreaks (I)

Toda biblioteca que se precie tiene sus “freaks”. Y las públicas, las que más, aunque sólo sea por la manera de funcionar. No está reservado el derecho de admisión, los servicios son gratuitos, se está calentito en invierno y fresquito en verano, hay sofás mulliditos, prensa del día, Internet... Para algunos, el paraíso. Y por eso se quedan todo el día. Y por la noche no porque (de momento), cerramos, que si no...
Por eso, al atraer a la gente, viene de todo, y dentro de ese todo, están los “freaks”. Los reconoceréis fácilmente: son usuarios habituales (MUY habituales), la biblioteca es su segunda casa cuando no la primera, y suelen destacar por algo. Me explico: el usuario medio no se nota: entra, hace uso de lo que necesita, pregunta lo que haga falta, y se va. Somos una herramienta más y, como tal, nos cuida (o no nos maltrata). El usuario freak, en cambio, puede llegar a cometer abusos (y es el que más grita cuando se le recrimina), usa mal el material, acapara o estropea.
Aunque esto parece (y lo es, qué narices) una crítica, no estaría en este blog si, a su vez, este tipo de gente no llevara habitualmente a situaciones graciosas. Las hay también muy dramáticas, y hasta peligrosas, pero prefiero empezar por las que crean una sonrisa o un torrente de carcajadas.
Los freaks, decíamos, suelen ser usuarios habituales, pero los que más destacan son los puntuales. Como el de esta semana. A media tarde entró un tipo enorme. Hablaba solo y no nos dijo nada; se fue directo al fondo de la sala.
Una hora más tarde mi compañero fue a guardar un par de cosas y le vio. Tenía toda una mesa para él, con unos 40 libros desplegados encima (fruto de sacar toda una estantería y dejarlos sobre la mesa)... ¡y les estaba hablando a los libros! Abría uno, hablaba con él, lo cerraba, abría otro, le hablaba... Ah, y no dejaba sentar a nadie en su mesa. Al que se acercaba, lo asustaba enseguida. El compañero, junto con otra bibliotecaria, se dirigieron a el:
- Hola, ¿te podemos ayudar en algo?

Sin respuesta.

- Hola. Mira, que si necesitas algo, de verdad, nos lo puedes pedir.
- ¡¡Grrmmjjj... djme npaz maceperdrtiempo!!

Sí, algo así.

Como la cosa no pintaba bien desde el punto de vista de entablar una relación normal, mi compañero decidió distanciarse, pero vigilarle de cerca. Lo malo es que el señor no vino solo... Unos minutos después, mi colega avistó una cucaracha que se alejaba de él y empezaba a pasearse por la sala. Como no era plan de aplastarla allí delante de la gente, tomó un folio, la recogió del suelo y se la llevó fuera. Cinco minutos después, los usuarios preguntaban “Oye, dónde está el eliminador ese, que aquí hay otra”. La segunda cucaracha no se dejó coger tan fácilmente, y requirió 2 folios para su captura, y un buen rato de lidiar con el bicho. Mientras, nuestro querido freak parece ser que decidió que la estantería elegida no le contaba nada interesante y se fue a la calle.
Normalmente la cosa habría acabado ahí, pero como desde donde estábamos se ve la entrada, nos dimos cuenta enseguida de que se dedicaba a perseguir a la gente que estaba en el paseo, delante de la puerta. Salimos los dos a ver si podíamos hacer algo, y lo que sucedía es que le pedía cigarrillos a la gente. Al decirle que dentro no se podía fumar, cogió su bolsa y se largó. Cabreado, pero se largó. De momento no hemos vuelto a verle...

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