La bibliotecaria avanza por una sala medio vacía. Son las 12 de la mañana y hay poca gente. El sol luce y el buen tiempo está quitando usuarios a la biblioteca. Aprovecha para colocar bien algunas sillas y recoger algunos libros que ya se han usado. De repente, no puede creer lo que ve. Un usuario tiene desplegado sobre la mesa un mantelito improvisado y come sin rubor alguno un enorme y grasiento bocadillo, regado con una lata de cerveza.
- Disculpe, caballero, pero aquí no se puede comer...
- ¿No? Y entonces, ¿para qué ponéis las mesas?
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