viernes, 18 de diciembre de 2009

Resumen de estos primeros días

Inaugurar una biblioteca suele poder resumirse con una sola palabra: carnets. Y más en una zona tradicionalmente desabastecida de este servicio como la nuestra. La primera semana ha sido un no parar de dar de alta usuarios, con evidente alegría por nuestra parte, pero también de iniciar a la gente en el uso del edificio y sus servicios. Ya lo esperábamos, pero al entrar, casi todo el mundo lo hace hablando en voz alta, cuando no gritando directamente, comenta, pregunta, etc., pero prácticamente todos los usuarios se adaptan enseguida cuando les decimos que aquí no se grita, no se corre, y no se entra hablando por el móvil a máximo volumen. Todos vamos aprendiendo un poquito y a nosotros nos encanta que estén tan contentos como nos dicen con el nuevo espacio cultural que se ha creado.
Un par de detalles que me han gustado mucho: el primer día, un grupo de adolescentes se dirige hacia la salida; una de las chicas lleva un libro en la mano y lo deja en uno de los carros con un gesto brusco. La amiga que iba a su lado le pregunta "Tía, ¿por qué has hecho eso?" Y ella le respondió: "Es que lo pone ahí". Efectivamente, en el lateral de cada carro de libros reza: "Dejen los libros consultados en los carros". ¡Tenemos usuarios que leen!
El otro detalle es el siguiente: al tercer día tras la apertura, un usuario entra pronto por la mañana y tras sentarse enciende su portátil. Al hacerlo, el sonido de inicio de sistema resuena por toda la sala. Ni lo miré; por desgracia es normal, y al inicio de una jornada, en cualquier biblioteca se puede escuchar durante unos minutos ese sonido de manera contínua. Pero lo que no me había pasado aún jamás es que el usuario se girara, me mirara y me pidiera perdón.

Leen los carteles, son educados... ¡me encantaaa!

domingo, 29 de noviembre de 2009

¡Inauguramos!

Acabo de volver de la inauguración de la biblioteca. Ha sido toda una fiesta a la que ha acudido un gran número de personas, más de las que esperábamos, que han llegado a colapsar las zonas. Vamos, que por según donde no nos podíamos ni mover. Hemos contestado dudas, preparando a la gente para hacer carnets como locos a partir de mañana y convenciendo a la gente de cosas como que las revistas expuestas no eran para llevar a casa sin más, que todo tiene su proceso.
Un resumen rápido: un éxito total. Los usuarios están ilusionados, les gusta el edificio, y nosotros encantados de ellos sonrían y sean felices.

Eso sí, tenía que pasar una anécdota. ¡La primera de esta biblio!


Una señora mayor se acerca a una compañera y le dice

- Niña, ¿un lugar para hablar?
- Cómo, ¿para hablar conmigo?
- No, nena. ¡Para hablar, con mis amigas!
- No... en un futuro tendremos club de lectura y otras actividades, pero precisamente a hablar no es a lo que se viene... Leer y...
- ¡Uy, no! ¡Si a mí leer no me gusta!


En fin... ¡bienvenidos a la Biblioteca Zona Nord!

sábado, 28 de noviembre de 2009

Dudas sobre los detalles

Las inauguraciones generan multitud de dudas y preguntas, más o menos razonables:

- "Oye, ¿y er arcarde hará un monólogo de esos?"


La gente del barrio no ha inaugurado nunca una biblioteca. Yo tampoco. Y hay dudas que no me habían pasado por la cabeza. Es lo que tiene la falta de experiencia, imagino...

viernes, 20 de noviembre de 2009

Primeras bajas

En todas las guerras hay bajas. En la nuestra particular, contra la incultura, también. No hablo de bajas de libros del catálogo, cosa que aún no hemos llevado a cabo (todo llegará), sinó de bajas físicas, de caídas en acto de servicio. Damas y caballeros: les presento la primera víctima mortal del proceso de creación de nuestra biblioteca:





Sí, un mosquito, al que el intento de aprender Euskera parece que le ha costado muy caro. No hace falta que se lo diga; el libro estaba así cuando lo hemos sacado de la caja y el mosquito está debajo del forro. Si son religiosos, recen algo por tan pequeño pero plastificado mártir. Si no lo son, no importa: simplemente, recuérdenle. Snif, snif...

Ahora pongámonos serios: vuelvan a mirar la foto. Sí, ahí, a la derecha. ¿Ven la mancha? Hagamos una posible reconstrucción de los hechos: un empleado de la Diputación de Barcelona está forrando libros para esa biblio que abrirán dentro de unos meses cuando, de repente, un atrevido mosquito se posa en el lado izquierdo del libro. Sin perder un segundo, nuestro protagonista cierra brúscamente el volúmen para acabar con el insecto de manera expeditiva. El bicho queda aplastado en ese lado izquierdo, mientras que la mancha que delata su muerte, queda en el derecho.



Y, en lugar de retirar cortesmente al mosquito, nuestro forrador (o forradora, para el caso no importa), sigue impertérrito y acaba de plastificar el exterior del diccionario sin retirar el mosquito (para qué, ¿no?). Pues ya saben: guarretes hay en todos lados, pero no todos consiguen inmortalizar su desidia. ¡Con un par!

lunes, 16 de noviembre de 2009

Profilaxis

Inconvenientes de montar una biblioteca que se halla aún en obras: polvo por todas partes, por ejemplo. Y como los libros llegaron cuando lo hicieron, y las cajas no cabían en ningún sitio, tuvimos que colocarlos en las estanterías.



Y qué mejor que plastificar la biblioteca entera para proteger nuestros tesoros.



Aquí les dejo, con unos pocos ejemplos de nuestra obra. Forrar libros vale, pero esto...

viernes, 13 de noviembre de 2009

Rellenando estanterías

Hace ya días que quería subir fotos de nuestras queridas cajas y de cómo van quedando las estanterías.

Aquí nos tenéis, abriendo las de Enciclopedias, Filosofía y Religión:



En esta podemos ver Ciencias Sociales:



Por último, una imagen de la sección de novela, con libros aún por llegar:

viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Mala fama?

Estos días, al margen de pasear libros por la biblioteca y de presentarlos a varias estanterías distintas, hemos realizado los primeros contactos con las fuerzas vivas del barrio, para irnos conociendo. Nuestros amigos de Correos, para que nos guarden las revistas, que bastantes hemos perdido ya por haberlas mandado a una dirección equivocada; los del kiosko, para ir encargando los periódicos de cada día; los del bar nos tienen la mar de vistos de ir cada mañana a desayunar, etc. De todas estas visitas, me tiene mosqueado el hecho de que, al menos una persona de cada uno de estos sitios me ha preguntado: "¿Y los libros son todos nuevos?". No sé si es que tenemos fama de recoger todos los libros de segunda mano que nos intentan regalar, o es que creen que el fondo inicial se forma con los restos de lo que otras dan de baja. Sí que viendo el ejemplar de la anterior entrada uno lo puede llegar a pensar, pero por suerte, es una excepción.

Y el caso es que ya nos han parado por la calle con la consabida frase: "Ah, pues yo tengo muchos libros en casa; ya os los bajaré".

¡¡NOOOOOOOOO!!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Perlas de actualidad

Cuando se decide construir una biblioteca nueva, una vez se conoce su ubicación, lo primero que se le asigna es un fondo básico de libros. Como la construcción o adaptación de un edificio suele tardar lo suyo, pueden pasar tranquilamente unos 18 ó 24 meses desde que se compran los primeros tomos hasta que éstos llegan a las estanterías.

Bien, puedo entender cierto desfase temporal que quita actualidad a algunos títulos, pero... ¿¡TANTO!?


lunes, 2 de noviembre de 2009

La dieta de la (nueva) biblioteca

¿Recuerdan las famosas chapas de "Pierda peso ahora, pregúnteme cómo"? No hace falta que digamos a quién pertenecen, ni ganas. Pero esto va a ser algo parecido.

- Apúntese usted a formar parte de una biblioteca nueva, a estrenar.

- Reciba y abra unas 800 cajas de libros, por abrir y mal repartidas.

- Abra unas 150 cada día. Coloque los libros donde cree que van. Recoloque los que venían mal indicados en la caja y que son de otra sección. Aproveche, haga kilómetros donde sólo hay metros.

- Siga abriendo, cargando y descargando, colóquese en cuclillas, tírese al suelo, pógase histérico, resople, jure en arameo.

- Cuando las tenga abiertas todas y haya colocado los 26.000 libros, reciba a las altas gerifaltes que le dirán que están en mal sitio. Muévalos.

- Cuando compruebe que en la nueva localización no caben ni con calzador, proteste, rásguese las vestiduras y recoloque de nuevo. No olvide integrar esas prácticas enciclopedias, tan ligeras ellas. Destroce algún carro (de diseño) con el peso de la cultura que transporta de acá para allá. Averigüe que el ascensor ese nuevo puede ser una trampa mortal cuando las ruedecillas de ese carro resulten tener el tamaño justo para colarse donde no deben.

- Ahora que lo tiene todo colocado y parece que cabe, y ya que ha filtrado los libros mal señalizados y los totalmente desfasados, recuerde, feliz, que aún no tiene el sello oficial y que, por tanto, no ha podido usarlo. Respire hondo. No hay dolor.


A poco que no se pase terriblemente con la comida, garantizamos un mínimo de 2 Kg por semana.

martes, 13 de octubre de 2009

Obvio (2)

La biblioteca que he elegido sigue en construcción, aunque nos hallamos ya en la fase final, y yo ya trabajo para ella, pero no desde ella. Pensaba que no estar estos días cara al público, haciendo compras y redactando textos, me impediría sufrir alguna anécdota de las nuestras, pero es que ni así:

Un grupo de usuarias Garfield tratando de abrir la puerta de la biblioteca a empellones 45 minutos antes de la hora oficial de apertura.

- Parece que está cerrado.
- ¡A ver si va a ser que no está abierto!

Y lo peor es que no lo dejaron allí; cuando la menos corta de las 4 que iban se dignó a leer el horario, les dijo a las otras:

- Abren a las 10.
- ¡Pues vamos por detrás, que seguro que hay otra puerta y ya debe estar abierta!

¿Se dejan el cerebro en casa o ya no venía de serie?

viernes, 9 de octubre de 2009

Cambio radical

Tenía que haber hecho esta entrada el lunes, como muy tarde, pero me emociona demasiado el escribirla. Estoy experimentando un gran cambio laboral en mi vida. Gran parte del tiempo que he pasado en las bibliotecas públicas, he sido itinerante. Somos los que cubrimos bajas, problemas de última hora, puntas de trabajo, etc. No es que sólo nos llamen cuando se nos necesita, no. Formamos parte de la plantilla, y muchos con contrato fijo (hasta las próximas oposiciones, claro), y se nos necesita tanto que no nos falta trabajo; de hecho, a veces nos cambian el destino más de una vez el mismo día porque nos piden en todas partes y hay que hacer malabarismos con la parrilla de destinos.

Dicen que itinerar quema mucho. Tiene inconvenientes, como que el teléfono puede sonar en cualquier momento y cambiarte todos los planes o que no tienes un sitio fijo donde dejar tus cosas, y que tienes que aprender procedimientos distintos para tareas similares. Pero para los que nos gusta este puesto, tiene también sus ventajas: ves muchas maneras distintas de trabajar y aprendes de todas, conoces a muchos más compañeros que los que están siempre en la misma biblioteca y, desde luego, es mucho más difícil caer en la rutina.

De todas maneras, cuando se lleva tiempo itinerando, se agradece que te dejen una temporada en el mismo sitio, y mucho más si en ese puesto estás bien, a gusto. Yo dejé oficiosamente de itinerar en marzo de este año. Tras pensarlo mucho y rechazar algunos sitios, solicité una plaza en una biblioteca determinada, que me concedieron al poco tiempo. Pero como aún no estaba construida, he estado trabajando en otra durante 7 maravillosos meses. He aprendido mucho y lo he pasado bien. El único motivo por el que no me quedo allí es la distancia hasta casa, que me obliga a realizar 2 viajes largos al día en transporte público. No es que me moleste especialmente, pero el cambio que he pedido elimina la necesidad de ese transporte, al margen de la ilusión que genera iniciar un proyecto desde cero, viéndolo nacer y crecer.

Esta entrada constituye mi más sincero agradecimiento a las compañeras que han compartido estos últimos meses su tiempo conmigo, a la directora que tanto me ha ayudado, y a su paciencia por soportarme. Eso sí, me han llegado a conocer bien, a juzgar por la foto que pusieron en la postal de despedida:



A todas, de verdad. ¡Muchas gracias! Sabéis que no es un adiós, es hasta siempre.

sábado, 3 de octubre de 2009

Factor gato

Esto me lo contaba mi directora hace pocas horas:

- Hola, quiero una obra de teatro en la que salga un gato.


Insisto: nos faltan criterios de búsqueda en los programas.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Mentirosos

Parece muy asumido en nuestra sociedad actual que la gente miente con su currículum. Es de esas noticias que hasta los periódicos muestran con cierta regularidad, y más ahora con el tema de la crisis y los problemas de empleo. Que te pille la mentira tu futuro jefe de personal imagino que es algo rutinario y hasta cierto punto, divertido (para los jefes, si se lo toman a guasa). Pero que te pille el bibliotecario de turno, su seguro servidor, es algo bastante triste.

Imaginen que un usuario les pide ayuda para imprimir algo (que resultará ser su CV). Le explican cómo se hace y no pilla una. Se le vuelve a explicar. Sigue in enterarse de nada, intenta algo y lo hace al revés, no ve opciones obvias que ofrece el programa, y parece ignorar las nociones más básicas de Word, Explorer o cualquier otro soft implicado. Encima, se enfada y trata de que el bibliotecario asuma las culpas de su torpeza infinita. Estamos hablando de una de esas personas que, además de no dar una, no se deja ayudar.

Y si uno acaba haciéndoselo todo, al final el currículum se imprime. Y como la impresora está delante del mostrador, uno no puede evitar leer, totalmente de pasada, algunas lineas impagables. Así se descubre que, ese usuario que acaba de demostrar que apenas sabe lo que es un ratón:
- Afirma haber hecho cursos de informática sobre todos los programas habidos y por haber. Con certificados.
- Domina Word, Excel, Access, PowerPoint, y cualquier variante de los mismos, sea soft libre o no.
- Teclea a 300 pulsaciones por minuto.
- Habla 7 idiomas.
- Es Usuario experto en Internet.

¡Lo que daría por ver según que entrevistas de trabajo!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Apertura ígnea

El mismo compañero de ayer, en la misma biblioteca, me contó otra anécdota relacionada con fuego y llamas.

Nada más iniciar la jornada, un abuelete de los que te empujan cuando abres las puertas para entrar el primero, se dirige al compañero que está en el mostrador:

- ¡Nene, nene! ¡¡Corre, que la biblioteca está ardiendo!!

A todo esto, la persiana de cierre apenas había terminado de alzarse completamente.

- Caballero, lo que pone en el sistema de alarma, que tanto le llama la atención, es Abriendo, no Ardiendo, pero gracias igualmente.

martes, 15 de septiembre de 2009

¡Arde, monstruo!

Este mediodía, un compañero me contaba una anécdota que me ha recordado en parte a ésta que me sucedió a mí, pero bastante más salvaje.

Una usuaria acaba de devolver un par de libros con un retraso desproporcionado. Aún así, el bibliotecario comprueba que le queda uno por retornar, y se lo indica.

- ¡¡No!! ¡Ese lo quemé! - grita la usuaria.

- ¿¡Cómo dice!?

- Sí, ¡es que me hablaba!


No, no era un audiolibro...

jueves, 10 de septiembre de 2009

Silencio futbolero

Ayer, durante la última hora de apertura, noté algo raro en el ambiente. Mi sala habitual de trabajo es bastante silenciosa, pero como cualquier espacio de una biblioteca pública actual, siempre conserva un cierto ruido de fondo al que uno se acostumbra y que tiene por familiar: alguien pasando las páginas de un libro, mochilas que se abren y se cierran, conversaciones en susurros (o no), los que teclean en los terminales de Internet, el sonido de arranque del Windows Vista, etc. Pues ayer todo eso faltaba. Pasadas las ocho de la tarde, levanté la cabeza y me di cuenta de que, a efectos prácticos me había quedado solo. A las ocho y media quedaban dos usuarios con portátil, y se fueron en ese momento. A las 20:45, dos niñas de 14 años, las únicas de la sala, situadas en los ordenadores tratando de hablar en voz baja (con notable éxito, por cierto), salieron por piernas. No era normal. Lo habitual es tener que arrancar de las mesas a los dos o tres últimos que se aferran a sus portátiles y al Wi-Fi con una combinación de agua caliente y tenazas, para poder cerrar la puerta a las 9 de la noche, y no siempre con éxito.

Luego recordé que ayer había partidos de fútbol de las selecciones nacionales para la clasificación del mundial, más el Eurobasket.

Si lo de ayer es representativo, van a ser muchos días de cierre fácil.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Más sobre móviles

Cada día tengo que cantarle las 40 a un usuario, como mínimo, porque le pille hablando por el móvil. Esta práctica, sobre la cual tenemos la biblioteca completamente empapelada de carteles alusivos a ponerlo en silencio, apagarlo, etc., revela diversos grados de idiotez del usuario en cuestión, desde el que le suena a todo trapo y descuelga tan tranquilo (estos en el cine hacen lo mismo: la neurona no les da para más), hasta el que pasa desapercibido completamente hasta que lo ves al ordenar alguna estantería (el móvil estaba en silencio, sabe hablar como las personas y en voz baja, etc.). Algún día tengo que ponerme a categorizarlos, pero por ahora diré que el último tipo es el más agradecido... y que, de nuevo, me ha sorprendido el primero.

A una usuaria que se halla navegando por Internet le suena el móvil, con un volumen más que respetable (pero muy irrespetuoso). Rápidamente pone cara de avergonzada y se levanta rauda para dirigirse hacia la puerta. Eso lo hacen muchos: salen fuera, al descansillo del ascensor, para poder llevar a cabo la conversación o, si tienen más de una neurona, a indicar a quien llama que están en una biblioteca y que no pueden hablar. Normalmente, a estos no me da tiempo ni a avisarles. Pero lo de esta señora ha sido una curiosa variante. Como decía, ha salido a toda velocidad hacia la puerta; la ha abierto, ha salido fuera y, con la cabeza hacia dentro de la sala, se ha puesto a hablar en voz alta. Vamos, que no podía haberlo hecho peor, si no quería molestar. Me ha costado un poco aguantarme la risa cuando he ido hacia ella, pero creo que al final he logrado que comprendiera que sería interesante que su boca se hallase tras el cristal, ya que no parecía comprender que, ideal, lo que se dice ideal, es que el teléfono de marras no le hubiese sonado nunca.

martes, 8 de septiembre de 2009

Cine de verano

Ya se nos acaba el veranito. ¿Se aburre usted en vacaciones? Será porque quiere. Mire, mire que vasta oferta cultural... Y cerca de la playa, oiga.

martes, 11 de agosto de 2009

Literatura en primera persona

Mensaje a los que nos diseñan los programas que permiten el control de la biblioteca: nos faltan más campos para datos, y criterios de búsqueda. Al menos, ayer me faltaron. Tuve el caso conocido por todo el gremio, de usuario (usuaria, en este caso) que pide “un libro”. Así, tal cual; quiere un libro para leer en vacaciones. A partir de este momento, según el caso, se inicia un interrogatorio de calibre fino para averiguar qué tipo de libro quiere la persona. Si es alguien cuyos gustos coinciden con los propios, no suele haber demasiado problema (a título personal, si me preguntan por fantasía o ciencia-ficción, voy a disfrutar el momento, incluso), pero habitualmente hay cierta falta de criterio o éste no coincide con las lecturas habituales del bibliotecario.

Hablando con compañeras, me han comentado que algunas llaman a otra persona de la plantilla que sí lee lo que comenta el usuario, pero en mi caso suelo estar solo, y mis compañeras bastante ocupadas en el otro extremo del edificio. Aún así, en otras bibliotecas a veces he optado por ese recurso. Pero no estaba preparado para el criterio de ayer. Después de divagar entre el género negro y la romántica, sin decidirse por ninguna, la usuaria me suelta:
- Bueno, quería sobre todo una que estuviese escrita en tercera persona. ¡En primera persona no, eh!

¡Argh!

viernes, 7 de agosto de 2009

Tochos de verano

Pese a haberse convertido en un tópico, no deja de ser cierto que en verano se leen más "tochos", entendiéndose -coloquialmente- por tales los libros muy gruesos, seguramente imposibles de leer en otra época del año, con menos tiempo libre. Tocho no es sinónimo de tostón. Hay libros enormes tan buenos y agradables de leer como su tamaño, y panfletos delgados a la par que horribles. Lo raro es lo que nos hemos encontrado en el buzón de retorno de la biblioteca. Creo que alguien no ha entendido lo de "tocho". Pero ni de lejos.

martes, 4 de agosto de 2009

Algunos usuarios sí leen, o quieren hacerlo

Lo que le ha ocurrido a mi compañera hace 5 minutos...

Se le acerca una usuaria y le enseña un carnet de otra biblioteca, pero de nuestra red, y le pregunta si puede usarlo aquí. Es una pregunta muy habitual, y más en verano, cuando la gente cambia de biblioteca al cerrar la suya en vacaciones. Pero la siguiente pregunta ha sido algo más cachonda...
- ¿Y los libros así... de leer, dónde los tenéis?

La ha entendido a la primera. Se refería a las novelas, claro, pero no deja de tener su gracia. Alguien que ronda los 20 no suele llevarse los libros para críos compuestos sólo por ilustraciones para consumo propio, y no parecía que preguntase por audiolibros (que tampoco son "de leer": te los leen).

martes, 28 de julio de 2009

Wi-Fi: Sin cables... sin nada

Que me pregunten cosas los usuarios dentro de la biblio no sólo lo veo bien, sino que es mi trabajo. Que me las pregunten de manera que no me dejen ni entrar, ya no tanto. Estaba yo con la llave en la mano tratando de abrir la biblio, cuando me encuentro a un señor en la puerta, haciendo números para usuario del mes. En primer lugar, había llegado en bici y la había dejado de manera que no podía abrir el buzón de retornos. Y estaba trasteando un móvil de penúltima generación.

- Oiga ¿esto del Wi-Fi, cómo hago?
- Pues nada, se conecta a la red e introduce su número de carnet. (Y si me deja abrir, igual hasta le compruebo que el router está encendido y sincronizado).
- Ah, es que no encuentro la red. Porque esta que pone Biblioteca...
- (No es mala pista, ¿verdad?) Sí, esa es.
- Pero ustedes me dan la clave. La pido dentro...
- No, la clave es su número de socio (¿¡Pero me va a dejar entrar!?).
- Ah, sí, el carnet... lo tengo aquí. Entonces cuando entre pido una clave en ese mostrador de ahí...
- (No, si ya decía yo...). Estooo... no, el número es el del carnet de socio... (En serio, que desde fuera no puedo abrir ordenadores, la luz, el aire...).
- Ah. Y ¿cómo entro el número?
- Cuando el teléfono acceda a la web le pedirá el número para conectarse.
- Ah, pero eso no lo entro por el teléfono.
- (!Co.o! ¿Y cómo quiere entrarlo? ¿Por telepatía?) Sí, sí. Se quiere conectar con el móvil, ¿no? Pues se lo pedirá el móvil.
- ¿Eso es posible?
- (Bueeenoooooo). Sí, créame, puedo jurárselo.
- Vale, vale.
- Y si me aparta la bici de la puerta, por favor.
- Ah, sí, sí. (sí majo, no apartes la vista del móvil, no vaya a esfumarse).


Y esto sin haber entrado. Y lo bien que estaba yo en casita...

viernes, 24 de julio de 2009

Puntos

Una de las primeras cosas que hacemos cuando alguien devuelve un documento a la biblioteca, al margen de la devolucíón en sí misma, y comprobar que no se haya pasado de fecha, es quitar los puntos que ponemos dentro de libros, CD, etc. El punto suele tener el logo de la biblio o de su red, la fecha de devolución y, en algunos casos, pertenece a una serie limitada por algún acontecimiento o aniversario, que hace las delicias de los coleccionistas del tema.

Esta tarde me he acordado de una anécdota relacionada con los puntos, ocurrida hace ya tiempo, pero que en su momento no reseñé aquí. Una de mis compañeras estaba sacando puntos de los libros, y uno de ellos era un billete de metro. Es uno de los puntos "alternativos" más habituales, ya que es un cartón rígido, pequeño pero no tanto, que solemos llevar a mano (y en el metro y el autobús leemos mucho, por suerte). Como no, el título de transporte estaba gastado, pero otra compañera que estaba al lado ha comentado que a ella le gusta mucho encontrarse billetes de metro de otras ciudades, por ejemplo. Esto es lo que me ha recordado la anécdota que les decía...

Hablando con un compañero de lo que se usa como punto de libro, filosofábamos sobre si indicaba por dónde se desplazaban, los gustos, lo más raro que habíamos visto, etc. Mi compañero sentenció el tema de manera rotunda: "Yo tengo muy claro lo peor que me he encontrado dentro de un libro haciendo de punto". "¿Sí? ¿Qué era?". "Un pedazo de papel higiénico; está muy claro dónde se ha leído el libro, el muy cabrón" (sic).

martes, 23 de junio de 2009

Sillas demasiado cómodas

Una de mis compañeras sube tranquilamente a la sala de novela al inicio de la jornada. Es primera hora de la tarde, no ha entrado aún casi nadie y fuera el sol ha vaciado las calles. Su sorpresa, y susto, de hecho, es encontrarse a un ¿usuario? sentado en su silla, tras el mostrador de la planta y, aparentemente dormido. Y digo aparentemente porque sus intentos de despertarle cayeron al principio, me contaba, en saco roto. Vamos, que estaba como un tronco o había viajado al otro barrio. Ya un poco nerviosa, mi compañera gritó, algo que no hacemos precisamente por estos lugares, y entonces sí, la persona se dignó a abrir los ojos.

- Disculpe, pero en la biblioteca no se puede dormir. Además, esta silla es nuestra, de trabajo. ¿Qué hace aquí?
- Uy, perdón. Es que estaba esperando para el curso que hacen después, y como he visto que esta silla parecía más cómoda que las otras...

No, si al final nos tendremos que poner sillones de tortura, o chinchetas, como mínimo. ¿Y que la silla estuviese detrás de un mostrador en el que pone "Información" no dice nada, verdad? Ah no, claro, que los usuarios no leen, casi lo olvido.

viernes, 12 de junio de 2009

Vamos a tener un accidente...

El verano ya está aquí. Vale, astronómicamente faltan unos días, pero el calor ya no nos lo quitamos. La ropa sí, y de eso va la entrada hoy. Justo delante de la biblioteca hay un edificio, una vivienda, con una terraza inmensa. Los ocupantes de los pisos han puesto unas cuantas tumbonas, y disponen de un solárium gratuito y muy majo. Y como la calle es estrecha, lo tenemos pegadito, y justo a la altura de la sala de adultos.

Ayer a primera hora de la tarde, un usuario que salía de la sala se quedó extasiado con las vistas. En este caso, tres señoras con bañadores muy breves y con falta de piezas. Su único movimiento fue acercarse, centímetro a centímetro a la ventana, a la vez que, mecánicamente, pulsaba el botón del ascensor. Éste llegó, se abrió la puerta, esperó, la cerró y se fue. Y el usuario seguía allí. Se dio cuenta al cabo de poco que había perdido el ascensor, y bajó por la escalera.

No pude evitar preguntarme qué sucedería si el siguiente usuario mirara hacia la ventana antes de llegar a la puerta (de cristal), y se la comiera con patatas... De momento, me conformo con que no ha sucedido.

jueves, 11 de junio de 2009

Momentitos

17:30 de la tarde. Hora punta en la sala de adultos. No hay ni una silla libre desde hace 45 minutos y ya me he encontrado gente sentada en el suelo. Es época de exámenes y tenemos poco sitio y mucho aire acondicionado. El sol, fuera, promete un verano calentito. Y dentro, se va la luz. De hecho, se corta la energía de buena parte del distrito. Una llamada a la compañía eléctrica no augura nada bueno: tienen localizada la avería, pero repararla no llevará menos de 90 minutos.
Lo malo de los tiempos que vivimos es que, sin luz, retrocedemos 100 años. En un momento nos hemos quedado sin iluminación, sin aire acondicionado (menos mal que he podido abrir ventanas), sin ordenadores de consulta, de trabajo, de Internet, sin WiFi... La sala de adultos se vacía en muy poco tiempo, y sólo quedan unos pocos estudiantes con apuntes y algún usuario con portátil que no debe necesitar conexión a Internet. Abajo, mis compañeras no dejan entrar más usuarios, ya que poco pueden hacer arriba y, además, estamos sin ascensor y la escalera está a oscuras.
Pero un señor muy decidido opina que las restricciones no son para él. Entrando en la biblioteca, cuando se le dice que estamos sin luz, nos comenta lo siguiente:

- Sólo quería conectarme un momento a Internet, para mirar el correo.
- No, verá, es que estamos sin luz, no hay ordenadores.
- ¡Pero es que sólo es un momentito!


...


- Me sabe mal, en serio, pero es que no hay corriente eléctrica, no funciona nada.


...



...



...



- Pero de verdad que sólo es un momentito... :_(

domingo, 10 de mayo de 2009

Gritos en el dungeon

Esta entrada se ha trasladado a un nuevo blog, dedicado al tema: Reciclaje rolero

sábado, 25 de abril de 2009

¿Y si me cambio de ordenador?

En la biblioteca en la que trabajo ahora, usamos un sistema rígido de reservas para usar Internet. Se trata del modelo que se irá implantando en toda Barcelona y que cambia bastantes cosas con respecto al mal uso que se le da al de ahora, por parte de mis queridos usuarios.

Me explico: con el sistema, digamos, tradicional, el usuario pasa por el mostrador o el ordenador de reservas, se le dice si quedan ordenadores o no y se apunta. El ordenador está continuamente en funcionamiento, así que si se pasa 5 minutos de su turno, sólo se da cuenta el siguiente usuario, si hay uno. Con el sistema nuevo, el ordenador se desconecta solo a la hora convenida, sólo deja entrar a quien hizo la reserva, etc. El sistema no es perfecto, pero funciona en el sentido de permitir menos abusos. Curiosamente, los únicos que se quejan de este cambio de sistema son los usuarios “con morro”. Ya me entienden. Porque una vez se habitúa uno al cambio, lo cierto es que es más sencillo aún gestionarse el tiempo de Internet.

Una de las características principales del nuevo sistema, además, es que se basa en sesiones rígidas de una hora, y no permite repetir sesión en el mismo terminal, lo que evita que alguien programe 5 sesiones seguidas, pongamos, y acapare toda la tarde el PC. El efecto concreto que deseamos evitar es que, a primero de mes, cuando el carné del usuario está repletito de sesiones, las use todas en cuatro días. O sea, que la primera semana, sólo tendríamos a los mismos, sin que pudiese usar el servicio nadie más, Créanme, lo he visto...

La contrapartida a esto que les cuento, es que se pueden realizar sesiones seguidas cambiando de ordenador. Y ahora, para tratar de disculparme por la parrafada, les cuento lo sucedido hace pocos minutos. Un usuario llega un poco tarde y se suma a una sesión de una hora, pero de la que podrá aprovechar menos minutos. El sistema, amablemente, le advierte cuando queda poco que dentro de cinco minutos acabará su tiempo. Se gira y me pregunta: “¿Puedo seguir un rato más?” Y yo le cuento parte de lo que les he soltado, sobre el sistema de sesiones. Me pregunta si se puede cambiar de ordenador y le informo que están todos reservados.
- ¿Y esos de allí?
- ¿Dónde dice? – me estaba señalando hacia una zona dónde sólo hay mesas, puntos de lectura.
- Sí, esos de las mesas. Me pongo en uno, ¿eh?

¿Eh? Pues va a ser que no... porque eso son portátiles de los usuarios conectados a WiFi, y como trate de sacar a alguien de su propio ordenador la liamos. Le he parado a tiempo, pero ya iba para allá...

viernes, 24 de abril de 2009

The One

¡Uno! ¡Un solo usuario está delante de un libro en TODA la sala!

El resto está frente a su portátil o los PC de la biblio... eso sí, leyendo también.

jueves, 19 de marzo de 2009

Las Linces




Este blog también se une a las Linces. Tras la demagógica y vomitiva campaña de la Iglesia Católica, que compara a animales en peligro de extinción con la Ley del aborto, desde aquí también gritamos: ¡Las Linces somos tod@s! Visitad su blog y enlazad si tenéis uno.

lunes, 26 de enero de 2009

Otra de mantenimiento

No sabía si reír o llorar. Enciendo el ordenador, arranca aparentemente bien, pero no se conecta a Internet, ni al catálogo, ni a nada. La tarjeta de red ha decidido suicidarse. Pero lo malo de verdad es llamar a mantenimiento para que me vengan a echar una mano, estar 20 minutos al teléfono, y que cuando logre contactar con alguien me diga que no me pueden atender, porque su red está caída. Que llame otro día, vamos.

En casa del herrero...

¡El próximo día les envío los usuarios a ellos!

jueves, 22 de enero de 2009

Mantenimiento

Por una vez, una de las experiencias más desagradables de mi trabajo no ha tenido que ver con usuarios, sino con una mala pasada de la tecnología. Estar en el mostrador de préstamo y, de repente, oler a quemado, es muy desagradable, pero que el olor te llegue a saturar la garganta y, encima, que no se vea humo por ningún lado, es aún más preocupante. Mi compañero de ese momento, al percatarse del olor, soltó un “¡Oh, no!”, que no presagiaba nada bueno.

Resulta que unos quince días antes de este episodio, tuvieron uno muy similar. El mismo olor, quizá aún más intenso, acompañado, esta vez sí, de un humo gris que apareció sin saber de dónde. Avisados los bomberos y mantenimiento, se procede a desalojar la biblioteca (con todo el embrollo que conlleva, y el tira y afloja con los usuarios, que no sueltan su turno de Internet o su silla ni a tiros) y se espera la ayuda.

Los bomberos llegan manguera en mano, lo que obliga a pararles un poco los pies para que no inunden la biblioteca en su afán de apagar las inexistentes llamas. Puestos en antecedentes, buscan por todos lados la fuente del humo: no la encuentran.

Llega mantenimiento. Buscan la fuente del humo. No la encuentran.

Llegan otros de mantenimiento, esta vez del aire acondicionado, para ver si es de las salidas de climatización. No es de allí. Y como el humo desapareció y el olor con él, y al día siguiente todo funcionaba de manera normal, el asunto pasó al olvido.

Hasta el día en que, como decía, estábamos tras el mostrador y el olor regresó. Avisada la directora, esta vez se decidió no desalojar, ya que la intensidad parecía menor, y no se veía humo por ninguna parte. Eso sí, se avisó a mantenimiento. Al cabo de una hora, aparece un personaje, con su mono azul, y su cara de “a ver qué avería os habéis inventado hoy”. Y no, no exagero.

Imagínense la escena: un flujo constante de usuarios que va y viene por la sala, y que cada vez que se acercan al mostrador exclaman “Cómo huele a quemado, ¿no?”. Dos trabajadores que tienen que hacer turnos para salir a respirar sin dejar el mostrador desatendido, y el amigo de mantenimiento dando vueltas diciendo que ahí no olía a nada, que qué exagerados que somos. La frase que no olvidaré jamás, y se ha convertido en germen de esta entrada, fue la siguiente: mi compañero le dijo “¿Pero de verdad no hueles nada?” A lo que el amigo respondió “Etto ej que lo tiene utté ya en la cabesa”. Vamos, que estábamos paranoicos perdidos.
Cuando ya se iba a marchar, por suerte, apareció el humo gris que tanto se echaba de menos y, ahí sí que, raudo y veloz, nuestro paladín electricista localizó la fuente del mal que nos acosaba: el estabilizador eléctrico se había recalentado y amenazaba con fundirse. Ni corto ni perezoso, nuestro bienintencionado defensor le dio al interruptor correspondiente, llevándose por delante la corriente de nuestros ordenadores y de todos los routers del edificio, y eso sin avisar, claro. Tras la bronca, nos los dejó encender un momento, para cerrar bien los sistemas, y luego pasamos tres horas muy divertidas realizando todos los préstamos con papel y bolígrafo.

El colofón del día fue cuando bajó la directora a preguntar cómo había quedado la cosa y no puede evitar decirle la verdad: era todo psicosomático.

miércoles, 21 de enero de 2009

Decapando

Me comenta mi compañero Jordi una anécdota ocurrida en préstamo no hace mucho.

Desde hace un par de años, en las públicas vivimos una eclosión de nuevos formatos que han ampliado las posibilidades de elección cuando se trata de prestar películas o juegos. Si hasta mediados del 2006 teníamos aún VHS y vivíamos un momento estelar que no se apaga para el DVD, para los juegos teníamos unos (pocos) juegos de PC. En algún momento, uno o una de los responsables de compras se lanzó a la piscina y adquirió discos UMD para PSP, mientras que otros hacían lo propio con juegos para Wii, Nintendo DS o XBOX. Y, como no, en 2008 ya tenemos discos Blu-Ray a disposición del público.

Cuando aparece un formato nuevo (en las bibliotecas, se entiende), no nos cansamos tanto de publicitarlo como de instruir sobre su uso. Pero la anécdota a la que me refiero nos indica que todos los esfuerzos son pocos. No basta con indicar profusamente que esos discos de la caja azul NO son DVD y que NO son legibles con el aparato habitual. Te acaba viniendo un usuario así. Uno que se te acerca y te dice: "Este disco no me lo lee el DVD. Para mí que tiene una protección o algo. ¿Ves? Se ve como más grueso. Yo he intentado arrancar la capa esta de debajo, pero no lo he conseguido".

Luego está el que saca un DVD rayado y confunde "pulirlo" (lo que se consigue con algunas máquinas especiales muy efectivas), con pasarle el estropajo de níquel con muchas ganas a ver si así...

martes, 20 de enero de 2009

Por si acaso

Es curiosa la cantidad de gente que te pregunta “¿Es usted de la biblioteca?” o “¿Trabaja aquí?”. Que lo hagan mientras estoy colocando libros lo veo relativamente normal. Al fin y al cabo, podría ser un usuario devolviendo algo que acabo de sacar de la estantería.

Pero que me lo pregunten cuando estoy tras el mostrador, bajo un cartel que pone en letras enormes INFORMACIÓ (o similar), manejando el ordenador, con papeles sobre la mesa... entonces ya me cuadra menos. Algunos te sueltan “es que es la primera vez que vengo”. Esta gente, cada vez que entra en una tienda nueva, les preguntan a los dependientes “¿Usted trabaja en este local?” ¿Harán lo mismo con los que llevan uniforme? ¿Y con los taxistas? “No, verá, yo aquí le dejo el coche y ya se lleva usted, ¿eh? Que yo sólo estaba de paso. Ah, y no se olvide de activar el taxímetro ¡Y no me cambie la emisora de la radio!”.